martes, 31 de enero de 2012

Hombre + Mujer = Amistad?

Haciendo zapping en la tele me puse a ver un programa que pocas veces capta mi atención “Química Pura” se llama, conducida por dos actores cuyo nombre escapa a mi memoria en estos momentos.
El tema que se debatía era “¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer?” participaban de la discusión dos hombres y dos mujeres mas, con diferentes puntos de vista al respecto.
Me quede pensando en mis amigos y en las relaciones que desarrollo con ellos. En porque en las reuniones – de esas en las que se conversa – cuando las chicas y los chicos se separan me voy casi siempre con los chicos, y es que – a veces – tienen temas más interesantes, más ricos, como la política, la economía, etc. Aunque debo confesar que cuando se ponen a hablar de carros, propiedades y demás banalidades – para mí – corro con mis amigas.
Existen aquellos, a los que denomino “patas”, a quienes les cuentas tus miserias, las veces en las que la cagas completita, del mismo modo ellos te cuentan las veces que les rompieron el corazón, los detalles más desastrosos de sus relaciones anteriores y sus miedos, sueños e ilusiones futuras. Con el “pata” puedes hablar casi de todo, hasta de sexo. Así, el te puede hablar de temas que si se los contara a sus otros congéneres, recibiría nada más y nada menos que la denominación de “marica”.
Pero, en la relación con este tipo de hombre hay un factor predominante – al menos para mí– y una, solo una, regla importante: No te puede gustar – puede ser lindo, pero vamos que es diferente – y no puedes tener contacto físico con él, es decir, nada de abrazos, agarraditas de cabeza, besitos – extras del hola y chau. El contacto físico adicional solo está permitido cuando das un pésame o una noticia muy trágica, en caso contrario una palmadita en la espalda será suficiente.
También están los amigos que te gustan pero por algún motivo todo queda en lo platónico, quizás porque tienen enamorada, porque te das cuenta que todo es en one-way o porque simplemente no hay química solo gusto. En este caso pues no serás la persona que eres con tus amigas o con tu pata, no, para nada. Serás recontra posera, trataras de nunca quedar mal con él. En todo momento te mostraras como la chica súper linda y relajada, cosa que sabemos ningún ser humano real es.
Por otro lado y no muy lejos, están los amigos a los que tú sabes – si sabes, no te hagas la tercia – que se mueren por ti, que les gustas y quieren todo contigo. Aunque también hay esos amigos que les gustas pero solo para pasar el rato. Con este último grupo te puedes “divertir”, porque seamos sinceros a nadie le viene mal sentir que gusta, que llama la atención de alguien, que tire la primera piedra la que esté libre de pecado.
Pero si el chico en cuestión quiere algo serio contigo, basada en mi experiencia personal debo decir que es mejor no dejarle desarrollar ilusiones. No solo porque si lo haces repetidas veces ese cariño que él siente por ti se convertirá irremediablemente en resentimiento, rencor, no. También el karma, la mala vibra que generaste en esa persona, hará que la vida te devuelva aquello que hiciste elevado a la enésima potencia.
En conclusión, la amistad con el sexo “fuerte” es posible.  Es hasta enriquecedora, porque te permite conocer – en el caso de los “patas” - que piensan los hombres y dilucidar un poco lo complicadas – o simples - que a veces pueden llegar a ser sus cabecitas. Solo es necesario identificar, conocer bien que quiere la persona de la relación contigo para que todo fluya de maravillas.

The Help

Vi el tráiler casi de suerte, en uno de mis -escasos- fines de semana de "realities on E!" lleno de maratones de la familia Kardashian.

Cuando escuche el tema de la película me atrapo de inmediato, la letra y las escenas que vi me emocionaron hasta las lágrimas. Cogí lápiz y mi cuaderno de apuntes y escribí el nombre de la película, "The Help", la encontré en internet y como ya era tarde me dispuse a verla al día siguiente.

Skeeter es una joven que regresa a Jackson su pueblo natal en Missisipi en busca de un trabajo – siguiendo su sueño de algún día ser una reconocida escritora - luego de ser rechazada por un periódico en Nueva York bajo la excusa “Tiene potencial pero le falta experiencia”. Logra un trabajo en un diario local contestando las dudas domesticas de amas de casa.


A su llegada se encuentra con un grupo de amigas de la infancia, lideradas por Hilly. Todas están casadas y hacen notar desde el primer momento que ella sigue soltera.

En una de las reuniones de señoras, Skeeter se da cuenta que Hilly promueve la idea de que las nanas (llamadas “The help”) no deben usar el baño porque pueden transmitir enfermedades debido a “su color”. Habiendo sido criada por una nana negra con la que desarrolla una relación cercana y maternal no llega a entender el móvil de esta creencia.

Es así como conoce a Aibileen nana de su amiga Elizabeth, la química surge entre las dos mujeres y nace el interés por conocer que hay detrás – y no tan detrás – de sus vivencias trabajando en las casas y cuidando a los niños muchas veces mejor que sus propias madres. Encontrándose con los miedos, la pena y la rabia por la discriminación de la que son objeto, durante la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos de los años 60. A su vez trata de conocer la verdad sobre lo que le paso a la nana que la vio crecer al no encontrarla en casa a su regreso.

El producto de estas memorias resulta en un libro que narra las experiencias de estas mujeres, sacando “al fresco” la escasa calidad de ser humano que abunda en las señoras de clase media-alta en Jackson.

La película tiene momentos muy graciosos – como el pie “especial” que prepara Celia - y muy tristes – como lo que ocurre con la nana de Skeeter, Constantine. Y no solo abarca el tema de la discriminación racial y de género, sino también la doble moral de la sociedad americana de esos tiempos y que – si analizamos un poquito – sigue en todas las realidades, mas de 40 años después.

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Hace poco vi en un programa de señal abierta un reportaje sobre la discriminación que sufrían las nanas en el club Real de Lima a las que no se les permitía siquiera acercarse a la piscina, por temor a que dejen "sus hongos" y "contagien" a algún socio. En ese mismo reportaje entrevistaban a otras empleadas domesticas que forman parte de la ONG la casa de Panchita. Algunas de ella recordaban las humillaciones, los maltratos y derramaban lágrimas de pura indignación e impotencia. En otros “clubes exclusivos” separan el baño de socios y de empleadas domesticas y exigen que estas luzcan un uniforme para “identificarlas”.

Meses atrás, durante la época electoral, el grupo “Vergüenza democrática” recogió los comentarios racistas en contra de la gente que apoyaba a Ollanta Humala tildándolos de “Indios de mierda” entre otras perlas. Y no solo en nuestro país, la actual Miss Universo Leila Lopes fue objeto de comentarios racistas por parte de un grupo denominado “Comunidad nacionalista blanca” que la denomino “la hija de King Kong” o “Mono en vestido”. Leila contesto:

“El racismo no me afecta. Los racistas son los que deben buscar ayuda, porque no es normal que una persona piense así en el siglo XXI. No hay fundamento para ningún tipo de prejuicio”

Hay quienes dicen que la discriminación nace del miedo a lo diferente, pienso que para discriminar por la condición social, el color o el género requiere también la falta de un pedacito de alma en el ser humano que la siente.

domingo, 15 de enero de 2012

Do your best!



Work, like you don't need the money : I dream a dream.

Love, like you've never been hurt : I do my best.

Dance, like nobody is watching : Always.

Live, like there is no tomorrow : Mientras nadie salga herido y tengas - siempre - presente que las cuentas se pagan a fin de mes.Vive!

miércoles, 11 de enero de 2012

Casi todos - Cenizas y más cenizas

Llego el día siguiente y la van nos recogió puntual, sin embargo el conductor nos tenía noticias para nada buenas. Las cenizas que habíamos visto en todo el viaje – y que habían estropeado mis lentes de contacto – ocasionaron que todos los vuelos desde y hacia Bs. As. se cancelaran. Llegamos al aeropuerto de Bariloche esperando lo mejor, pero nos encontramos con una cola inmensa y ningún personal de LAN que nos dijera algo.
Finalmente como a las 7am. - llegamos a las 5 de la mañana – nos dijeron que nos llevarían en bus a otro aeropuerto, en Neuquen, donde quizás saldrían los vuelos. Yo estaba un poco asustada, mi última experiencia en bus no había sido de las mejores, y mi sobrina que se moría de sueño me dijo que se sentaría con su papa. Subimos al bus y busque una persona confiable: una colombiana de la tercera edad, fue lo mejor que encontré: Callada, educada y sonriente.
Después de 4 horas de viaje, llegamos al aeropuerto indicado y parecía una ciudad fantasma, las tiendas cerradas y más pasajeros esperando salir de ahí.
Esperamos hasta avanzada la tarde, nos dieron de almorzar un pollo hervido con unas lechugas y unas rodajas de limón, de postre nos dieron helado y gaseosas. Mis hermanos se fueron un momento a averiguar cuál sería nuestro destino y me dejaron a mis dos sobrinos pequeños, ahí entendí que si tuviera gemelos o mellizos – Mauricio y Sofía tienen casi la misma edad – me volvería loca.
Cuando regresaron nos dieron la noticia de que no saldría ningún avión de ese lugar y que LAN nos ofrecía un bus que nos llevaría a Bs. As. donde – nos aseguraron- la ceniza no había llegado y que podríamos estar en Lima el lunes o martes temprano.
El bus que nos toco tenía dos pisos, en el primer piso había 8 asientos los cuales fueron ocupados por todos mis familiares excepto yo que termine exiliada en el segundo piso, solita. Me senté adelante, espere que ningún hombre se sentara a mi lado y me prepare para pasar las 24 horas que nos llevaría llegar a la capital. Bajamos a almorzar, a tomar café, el bus hizo 4 paradas en todo el trayecto lo que nos permitió no resentir tanto lo pesado del viaje.
Además, la estupenda vista panorámica y los paisajes que pude apreciar durante esas horas ayudaron a tranquilizarme, inclusive cuando nuestro bus se fue en contra en la carretera, inclusive cuando el viejito sentado al otro lado de mi asiento se puso a gritar impaciente para que el conductor fuera más rápido.
Llegamos sucios, molidos de cansancio al aeroparque de Ezeiza. Ahí la gente de LAN amablemente se ofreció a llevarnos al aeropuerto que nos llevaría a Lima. Al llegar nos sorprendió que la cola para los vuelos internacionales estuviera vacía, Giovana se apuro a llevar nuestras maletas al inicio de la fila.
Al poco rato nos dimos cuenta de que la cola estaba vacía porque se habían cancelado todos los vuelos de entrada y salida a la Argentina. Nos miramos las caras – mire mi billetera y me alegre de no haberme gastado todos los pesos que lleve – y nos resignamos a buscar un lugar donde pasar la noche.
Mientras jugaba con mis sobrinos para que no se aburrieran, mi hermana llamo a la agencia que nos había vendido el tour para ver en qué hotel nos podíamos quedar, un hotel que se ajustara a nuestra situación – imprevista – es decir un lugar barato y decente donde poder alojarnos los 9 sin terminar de gastarnos todo el efectivo que cargábamos encima, un lugar donde pudiéramos estar el tiempo indefinido que demorara en asentarse o desaparecer toda la ceniza que rodeaba la ciudad.
Suipacha Inn fue la respuesta a nuestra necesidad.
“Queda en Suipacha y Base” – le dijo mi hermana a Julio antes de irse en el taxi que la llevaría a ella, mi mama, su suegra y sus dos hijos.
Paramos un taxi y le dimos la dirección al taxista, era un tipo muy criollo, muy gracioso.
“Suipacha y Base? esa cashe no existe, estan jodidos” -  nos decía, mientras veía la cara de preocupación de mi hermano cuando recordó que no le había pedido a Giovana ni el nombre del hotel y que no había forma de comunicarse con ella porque el celular lo tenía su esposo Ricardo.
Ya en la autopista, lo único que nos quedo por hacer fue tratar de encontrar el taxi en el que se había ido mi hermana.
“Era uno amarillo” – alcance a decir, mientras Julio y Ricardo me miraban, intentando decir lo indecible en la situación en que nos encontrábamos.
“Carol, acá todos los taxis son amarillos, ¡monga!” – mi hermanito mayor no se aguanto.
Luego de varios minutos, de varias aceleradas y frenadas, y de una invitación a la parte peruana de Bs. As - solo para los caballeros -, los encontramos.
Suipacha Inn se encontraba en Suipacha y Lavalle en un lugar parecido al Jirón de La Unión en Lima. Nos registramos y reservamos – con cautela – dos días de estancia. Esa noche salimos a pasear y a cranear como íbamos a hacer la “multiplicación de los panes” o de los pesos para que nos alcanzara el efectivo para la comida de 9 personas sin tener que recurrir a nuestras tarjetas de crédito.
Durante la caminata mi hermana me comento que a mi mama le dolía el pie. Resulta que antes del viaje se había torcido el tobillo y estaba tomando pastillas. Mi mama es una persona mayor y cuando está enferma se deprime – también se engríe mucho - y a veces no sigue el tratamiento. Es por eso que la interrogamos en su cuarto hasta que nos enseñara el tobillo y rebuscamos las pastillas que estaban casi enteras. Mi señora madre había tomado solo una y por eso la inflamación no bajaba, la conminamos a tomar sus pastillas y a reposar toda la noche y gran parte del día siguiente.
Esa noche los chicos y las señoras del grupo cenaron pollo a la brasa – o lo más cercano a eso – y mi hermano y yo unos choripanes, con sus cervezas, en un puesto de los alrededores. Las habitaciones del hotel, a diferencia de los anteriores, eran pequeñísimas y las sabanas no me daban la confianza de meterme debajo de ellas. Así que esa noche, y la siguiente, me abrigue para dormir encimita nomas.
Al día siguiente tomamos el desayuno que nos ofrecía el hotel y mis hermanos se fueron a reservar nuestro vuelos de retorno. Yo me fui a caminar por ahi, había muchos comercios y también un sex shop. Los ambulantes eran en su mayoría bolivianos, ecuatorianos y chilenos, ahí me di cuenta que muchas de las cosas que compramos en nuestros primeros días en Bs. As., inclusive en Bariloche estaban mucho más baratas. Otra cosa que note es que la gente fumaba demasiado.
Ya de regreso al hotel - antes de almorzar - nos sentamos los cuatro – Julio, Giovana, Ricardo y yo – en un café al frente del Suipacha a tomarnos unas cervecitas y fumarnos un cigarrito. Si de cervezas se trata, la Quilmes es la más rica que he probado hasta ahora.
Almorzamos en el mismo restaurant donde habíamos comido los choripanes con Julio. Me di cuenta que ahí no había menú, ni sopa, ni arroz, ni guiso lo único que había eran pizzas, choripanes, hamburguesas, extrañe mucho Lima.
Por la tarde tomamos el metro y visitamos algunos jardines cercanos. Caminando llegamos a la Recoleta y esperanzados en que esa sería nuestra última noche en Argentina – habíamos reservado los pasajes para salir al día siguiente temprano, y la ciudad ya no parecía azotada por una tormenta de arena – nos salimos un poco del presupuesto y cenamos ahí.
Al día siguiente, martes, nos levantamos tempranísimo, arreglamos nuestras cosas y bajamos a desayunar mientras esperábamos a la van que nos llevaría al aeropuerto. Cuando llegamos estaba repleto, era un pandemonio lleno de gente y colas por doquier, la de LAN era enorme. Mi hermana estaba con los pequeños pero los dejo un momento para ir a preguntar si esa era la cola correcta.
Regreso y de lejos nos hizo señas para que nos moviéramos, cuando conseguimos mover las 7 maletas nos dijo que se había equivocado, casi la matamos, felizmente habíamos sido amables con una señora chilena que estaba delante nuestro y que nos dejo entrar nuevamente a la cola, sino hubiésemos cometido fraticidio.
Cuando llegamos al counter notamos que organizar a las 9 personas no sería fácil, aun mas cuando la persona que nos atendía no sabía que había 3 menores que tenían que ser acompañados por un adulto.
Tanta fue su demora que el avión se lleno, de los 9 que éramos solo 6 irían en el avión directo a Lima, los demás: mis dos sobrinos Gabriela y Mauricio mas Ricardo tendrían que esperar, en el mejor de los casos tendrían que hacer escala en Santiago de Chile.
Quizás fue el destino pero justo antes de enterarnos y como la situación estaba tensa mi mama le llamo la atención a Gabriela ocasionando que se pusiera a llorar de inmediato. Y cuando el pequeño Mauricio se entero que no iría en el mismo avión que su mama también se echo a llorar. En lo que respecta a mi hermana, desde el primer momento que se entero decidió que como sea se iría con sus dos hijos, así fuera por tierra.
Esto conmovió a la señorita del counter, que había reemplazado al tarado que nos había puesto en todo ese embrollo. Finalmente nos subimos al avión que nos traería a casa, mientras la familia de mi hermana tendría que esperar a que su avión saliera.
Pero había un detalle, al irnos ninguno de los 5 sabia el destino de nuestro equipaje. Para sorpresa de todos, el chico que nos atendió había hecho check-in pero no había cargado el equipaje de nadie. Así que Giovana y Ricardo tendrían que cargar con dos niños y el equipaje de los 9.
Ya en el aire me relaje – intente dejar de pensar en mi maleta - y me di con la grata sorpresa de que en ese vuelo servían vino y uno muy rico, aunque no lo disfrute tanto como la pareja de edad madura que estaba delante mío y que arrasaron con el vino, la cerveza y el whisky. Arribamos a Lima solo con el equipaje de mano.
Mi mama se quedo con Julio, que iría a su casa a asearse y comer algo. Yo me regrese con la suegra de mi hermana y su hija que la había ido a recoger. A pesar de que almorcé en el avión me dio hambre y ni bien llegue a mi casa compre chifa. Me duche y salí rumbo al aeropuerto para recoger a mi hermana y su familia que traía mi maleta.
Salimos del aeropuerto como a las 8:30pm, habían venido también mi madrina Sonia y Alexandra, su hija, de la edad de Gabriela. Nos despedimos todos en la puerta y Julio me adelanto a mi casa.
De ese viaje aprendí que en algunos casos el canal del clima es imprescindible, que viajar con mis hermanos es de lo mejor y que siempre hay que llevar dinero extra, un buen libro, un cuaderno de apuntes, algo de  sudoku y crucigramas, por si hay que esperar.
Y mucha, mucha paciencia y buen humor.

Ps. Este post se llama "Casi todos" porque mi papa no pudo acompañarnos en el viaje, el proximo martes 17 cumple años, este post se lo dedico a el.

Casi todos - Bariloche

Viajamos en bus hasta el Aeroparque de Ezeiza y de ahí volamos hasta Bariloche. Hacia un frio de los mil demonios cuando llegamos. Nos instalamos en un hotel llamado Carlos V, esa noche caminamos por las calles de la ciudad y cenamos en un lugar de la familia Weiss. El sitio era prácticamente hecho de madera con calefacción – imprescindible – nos atendió una mesera que se memorizo nuestra orden sin necesidad de apuntar absolutamente nada.
“Yo necesito una mujer así” – comento mi cuñado, antes de recibir mi apanado moral.
“Bueno entonces tendrías que pagarle un sueldo.” – le conteste.
Probamos carne de jabalí, de venado y spätzle, que es como ñoquis con crema y perejil. Un lugar absolutamente recomendable.

Regresamos a pie para hacer la digestión, al día siguiente visitaríamos un mirador, dos cerros y una fabrica de rosa mosqueta.
En el mirador habían perros San Bernardo, cachorros y grandes, cuando me dispuse a tomarles una foto el dueño me dijo de forma un poco exasperada que para tomarles foto había que pagar. Solo dejamos que los pequeños se tomaran foto con los perritos. La fábrica de Rosa Mosqueta fue totalmente prescindible, aunque ahí vimos los primeros indicios de que nos quedaríamos más de lo planeado, la ceniza volcánica.
Subimos en unos asientos sostenidos por unas cuerdas enormes a lo alto de un cerro, luego subimos  a otro donde había nieve y muchos grupos de escolares en viaje de promoción. Nunca había visto tanta nieve, cuando llegamos a la cima - corrección - cuando llegue a la cima, mis sobrinos me recibieron con bolas de nieve en la cara y en el cuerpo, ahí descubrí que puede dejar moretones.
Los chicos jugaban deslizándose por la nieve, mientras mi hermano armaba un hombrecito. Mi sobrina estaba molesta conmigo porque le devolví un poco de la nieve que ella me tiro pero se vengó, junto a mi hermana y mis sobrinos,  porque me tiraron suficiente para hacerme caer, hasta que mi mama llego a salvarme y salvar mis jeans, no era para nada agradable tener el trasero congelado.
Bajamos de la montaña y regresamos a la ciudad, esa noche comimos en un lugar que no recuerdo el nombre, donde nos dieron más carne y papas fritas. Al día siguiente viajaríamos a una isla donde decían que Walt Disney se había inspirado para crear Bambi.
Llegamos a la isla en un barco llamado “Modesta Victoria”, la verdad que la isla no tenía nada de especial, a excepción de la enorme cantidad de ceniza que lo cubría todo y de los arboles enormes, el viaje para llegar fue lo divertido: Mi hermano quejándose de que lo único que hacía yo era dormir, mi hermana burlándose y tomándome fotos dormida, mis sobrinos correteando. Ya de regreso hicieron un sorteo en el que mi sobrina gano una caja de chocolates y una foto con todos, la verdad que nuestras probabilidades de ganar eran altas, éramos 9. Gabriela nos entrego la foto y se quedo con los chocolates.
Esa noche, nuestra última noche en Bariloche, fuimos a comer más carnes a la parrilla y curadas, mientras nos divertíamos con los chistes que nos contaba mi sobrina Sofía. Al día siguiente se suponía que regresaríamos a Bs. As y luego a Lima.



martes, 10 de enero de 2012

Casi todos - Buenos Aires


Cuando mi hermana me propuso viajar a Argentina al principio no acepte, primero porque me iba a operar de unos pólipos que tengo en la vesícula y segundo porque no tenía el dinero suficiente para el viaje.
“Mira que nunca hemos viajado todos juntos”- me decía, mientras fumábamos en el balcón de su casa.
Finalmente acepte, la última vez que viaje con ella fue hace mas de 5 años, a Arequipa para el matrimonio de mi hermano Julio, después de eso nada.
Saque mi pasaporte en 45 minutos el fin de semana anterior a la fecha de partida y haciendo mucho esfuerzo conseguí el dinero para pagar el paquete y la bolsa de viaje. Partimos el lunes tempranísimo por la mañana, la noche anterior me quede en casa de mi hermano intentando dormir. La luz azul del deco del cuarto donde estaba me impedía conciliar el sueño, así que tome un libro del estante que ahí había “El conde de Montecristo”, uno de los libros favoritos de mis épocas universitarias, estuve recordando a Edmundo Dantes hasta que el sueño me gano.
Salimos a las 5am., el viaje fue directo Lima-Buenos Aires, me senté con mi sobrina de 11 años y me la pase muy bien – es casi igual a mi cuando tenía su edad. Llegamos y nos esperaba el contacto de la agencia para llevarnos al hotel donde nos hospedaríamos “Hotel Apart Congreso”.
No habíamos almorzado así que nos fuimos a comer a una pizzería cercana “La americana” ahí vendían panes diversos y – al parecer – el fast food más popular en Bs. As.: Las empanadas.
De ahí caminamos hasta la Casa Rosada, me sorprendió ver a varios manifestantes literalmente acampando en la plaza principal de la ciudad, la casa de Cristina Fernández de K. me pareció común y corriente, aunque a decir verdad todo tenía una onda cultural muy bacán. Mientras mis sobrinos pequeños correteaban por ahí, mi hermano – que fue el guía oficial de todo el viaje – nos decía que podíamos ver mañana.
Dimos la vuelta a la casa presidencial y empezamos a caminar para regresar al hotel, como a la mitad del camino decidimos tomar un bus. Tomamos el correcto pero olvidamos un pequeño detalle: no había cobrador, solo una vetusta maquina que recibía monedas de a peso, monedas que no teníamos.
El chofer amablemente nos invito a bajarnos mientras nosotros no sabíamos si reírnos o morirnos de la vergüenza. Mi hermano sugirió que un grupo se fuera en taxi y otro caminara, la elegida para el taxi fui yo – por ser hermana menor.
Pare un taxi y me acerque a la ventana del copiloto – que estaba cerrada – me disponía a “negociar” la tarifa con el taxista, cuando me dijo que solamente me subiera.
“¿Usted no es de aquí no?” – me decía mientras me señalaba el taxímetro.
Finalmente y luego del shock cultural número dos, me lleve a mi mama, a la suegra de mi hermana y a mi sobrina Gabriela de regreso al hotel.
Esa noche iríamos a un lugar llamado “Señor Tango” a ver justamente, Tango. Llegamos en un bus que nos ofrecía el tour, junto a otros turistas – en su mayoría brasileños. Antes cenamos porque mi hermano nos dijo que era un poco caro y como éramos 9 pues nos saldría un ojo de la cara.
La verdad que al principio me aburrió el show pero después la sensualidad de los bailarines – y bailarinas – junto a su excelente estado físico y la melodía sentida y doliente del tango me atraparon, de verdad que fue un espectáculo que valdría la pena volver a ver.
Ese día dormimos pasada la medianoche, mi mama y la suegra de mi hermana en un cuarto, mi hermana con su esposo y sus dos hijos en otro y finalmente mi hermano, su hijita y yo nos acomodamos en la tercera habitación. Esa fue la distribución durante todo el viaje.
Al día siguiente me desperté temprano, pero me demore alistándome por lo que pude tomar solo un poco de jugo y unas – deliciosas y grasientas – medias lunas como desayuno. Mi hermano me renegó por la demora, pese a que le dije que anduve buscando mis lentes de contacto en el lavabo durante diez minutos.
Fuimos a visitar los alrededores de la ciudad, algunas embajadas. Almorzamos en un centro comercial llamado “Pacifico”, ahí nos dimos cuenta que la comida de bandera es el asado, y que la comida china – o lo que conocemos como Chifa – no tiene nada que ver con la que tenemos aquí, nada que ver.
Corrimos para tomar el siguiente tour con el que viajaríamos en catamarán por un rio que no recuerdo el nombre, lo único que recuerdo es el olor desagradable de las aguas del rio y de las nauseas que solo se calmaban saliendo a cubierta, donde estaba mi hermana y Mauricio. Al poco rato también salieron mi hermano Julio y mi sobrina Sofía, el viento se hacía cada vez más fuerte y el movimiento hacia que el agua nos salpicara a todos por lo que Gabriela y yo nos metimos. Los pequeños se divertían a lo grande – la ecuación niños más agua es perfecta.
Aunque no puedo decir lo mismo de mis hermanos que, para protegerlos, se mojaron como pollos, en especial Julio que no tenía puesto nada impermeable. Intente alcanzarle algo con que cubrirse pero el agua – la casi ola – me gano y lo mojo de pies a cabeza, esa fue la indicación para que los cuatro regresaran a sus asientos.
Intentaba dormir para olvidar las ganas de devolver la parrilla del almuerzo cuando mi sobrino Mauricio empezó a jugar con su hermana que estaba a mi lado y - sin saber porque - se puso a tararear una melodía de Beethoven que no solo arranco nuestras risas sino la de los pasajeros que se encontraban a su alrededor.
Esa noche compramos vino y – mas – asado y pasta en un restaurant llamado “El chiquilín” un lugar intimo y bonito a unas cuadras del hotel, de regreso vimos un pub cuyo nombre nos pareció particular “Pélvica” se llamaba y en la entrada habían unos maniquíes de mujer en posiciones sugerentes que nos indico que más que un pub era un night club.
Ya en el hotel, en el cuarto de mi hermana, nos dispusimos a comer. Mi mama salió un ratito y pico algo, finalmente nos quedamos mi hermana, su esposo, mi hermano y yo, mientras mi sobrina intentaba entrar a internet y mis sobrinitos jugaban a solo sabe Dios que con las sabanas, el papel higiénico y lo que encontraran a su paso.
Tomamos mucho vino esa noche viendo el partido Perú-Chile, conversamos de muchas cosas. Comprendí porque mi hermano es mi modelo del soltero que algún día fue – soltera en mi caso - y mi hermana mi modelo de la mama que, algún día, quiero ser.
Al día siguiente nos levantamos todos tarde, había que empacar para irnos a Bariloche. Salí a tiempo para tomar con paciencia mi desayuno pero a mi cuñado se le había perdido el pasaporte y como yo era la última persona al que habían visto con el documento me retuvieron para ayudarle a buscarlo. Finalmente lo encontramos y – como el día anterior – solo me dio tiempo de desayunar jugo de naranja y medias lunas.

martes, 3 de enero de 2012

Eduardo y la bruja de la luna

Puedo parecer una persona algo olvidadiza, pero a decir verdad creo que tengo “memoria selectiva” guardo solo lo importante y lo demás pues lo pongo –como dirían mis amigos informáticos- en mi memoria RAM.
Y quizás porque lo considero importante es que recuerdo el momento en que conocí a Eduardo, no recuerdo quien me lo presento, solo sé que estábamos comprando comida en la cafetería y me pareció simpático aunque algo arrogante.
Como no llevábamos los mismos cursos nos veíamos esporádicamente, siempre sonriente era un hecho que entre él y yo había buena química. Pero yo andaba con el corazón ocupado y la verdad que no se me ocurrió pensar en otra cosa más que amistad.
Pero un día conversando en el “Bembos” – cafetería de la facultad de ingeniería – me di cuenta que me miraba extraño, y me miraba aun más extraño mientras jugaba con la pequeña nieta de la dueña de la cafeta. Jugábamos con un aparatito para hacer burbujas, era un día soleado y lindo así que pensé que su mirada de cordero a medio degollar se debía al entorno (literalmente) romántico en el que nos encontrábamos. Al despedirnos ese día me dijo que había sido una tarde perfecta.
Pasaron los años y a pesar de que nunca llevamos un curso juntos, chateábamos mucho por MSN, jugábamos cosas muy divertidas – y recontra tranquilas - como adivinar la canción en que estábamos pensando dándonos pistas, me hacia escuchar canciones de The Carpenters. En esa época a él le gustaba mucho Coelho así que me introdujo en sus libros, gracias a el leí “Veronika decide morir” y algunas otras; A veces me aburría que hablara siempre en esos términos fantásticos o del tipo “manual de autoayuda”. Ahora pienso que es por ese motivo que me decía cariñosamente “Bruja”, la “Bruja de la luna”. A mi me parecía horrorosamente cursi, inclusive me hizo un dibujo de la “Bruja” que guardo en mi PC por algún desconocido motivo.
Esporádicamente salíamos juntos al cine o simplemente a conversar, me sentía bien con él. Para nada sentía esa incomoda timidez que me consumía con otros chicos. Así también salimos un par de veces con una pareja amiga. Íbamos a comer, al cine, la pasábamos tan genial que a mi amiga no se le ocurrió mejor idea que llevarnos al cumpleaños de su prima que quedaba por Monterrico.
Llegamos los 4 y me di con la sorpresa de que era una fiesta de “chibolos”  - que con las justas llegaban a los 19 – mire a Patricia como si hubiera sido la causante de la peor de las traiciones. Ella me miro con la culpa de haber contado el más sucio de mis secretos.
Nos sentamos uno al lado del otro con Eduardo, mientras Patricia y Roberto iban a saludar a la familia de ella. Yo estaba aburrida, vamos que Eduardo era mi amigo y no bailaba tan bien que digamos.
En eso un chico alto y con una carita linda se sentó a mi lado, deje de lado mi timidez y le empecé a “hacer el hablar”, la química fue inmediata. Bailamos toda la noche hasta que la fiesta se acabo. Me la pase genial a pesar de que tenía solo 17 añitos.
Cuando nos metimos al taxi que nos llevaría de regreso me di cuenta que Eduardo estaba algo molesto, la verdad que no me pareció que hiciera algo malo, yo no estaba con él y bien pudo haber bailado con otra chica. A pesar de eso trate de hacerle conversación pero él no hacía más que contestarme cortante.
Luego de eso salimos otra vez los 4 para mi cumple y al cine un par de veces, pero el ya no era el mismo, seguía siendo mi amigo pero había un cambio que aunque imperceptible entre él y yo, no pasaba desapercibido para mí.
Terminamos la carrera, para esa época él era más amigo de otra chica que mío. Esa chica era la novia de mi mejor amigo. En la graduación no fue a verme, aunque la verdad me interesaba ver a otra persona en mi graduación, persona que nunca apareció.
Tiempo después por cosas del destino aplicamos al mismo puesto de trabajo, nos encontramos a la entrada de la empresa que quedaba por el colegio San Agustín, nos había pasado la voz ese amigo con el que salíamos en parejas.
Conversamos algo distantes, pero cuando terminaron ambas entrevistas decidimos irnos juntos y caminar innumerables cuadras hasta llegar a la Av. Brasil, donde tome el carro que me llevaría a la casa de mi hermano donde dormiría esa noche. En el trayecto quiso invitarme a tomar un café a uno de los tantos cafés que recorrimos, pero me negué; En parte porque era tarde y en parte porque no sabía para que nos íbamos a meter a un café si podíamos seguir conversando mientras caminábamos.
Ya no salíamos al cine, ya no conversábamos tanto por MSN, a duras penas nos veíamos en el tradicional intercambio de regalos de los amigos de la universidad y en los cumpleaños, ahí le conté mis planes de vivir sola.
“Sabes quiero mudarme” – le contaba emocionada.
“No, no debes hacerlo, debes quedarte a vivir en tu casa, con tus papas.” – me contesto, mientras lo miraba con cierta pena, ni siquiera me pregunto porque quería irme.
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Pasaron los meses y se acercaba el día del intercambio de regalo del 2007, salía de mis clases de flamenco para de ahí irme a la casa de Lucía donde se realizaría el intercambio. Como estaba cerca a su casa y quería ahorrar en taxi decidí llamar a Eduardo. Nos encontramos en la Curazao de la Av. Arequipa con Javier Prado.
Caminamos hasta llegar a CC. Arenales, el me había pedido que le ayudara a comprar el regalo de Lucía, que era su amiga secreta, entramos a varias tiendas y en una de ellas me dijo:
“Escoge algo, algo que te guste”
“Mmm…pero porque”- le conteste extrañada.
“Te quiero regalar algo”
“No es necesario, no te preocupes.” – le dije cortante.
Compramos el regalo y nos fuimos a su casa, en el taxi me contaba de su trabajo, de las buenas oportunidades que tenia. Yo me quede pensando en el motivo por el cual quería darme algo.
Ese día tome demasiado pisco sour y debo aceptar que se me paso un poquillo la mano, todas las canciones las bailaba con él, en las fotos dejaba que me abrazara, la verdad no sé porque lo hice, pero fui un poco coqueta.
Cuando llego la hora de irnos nos metimos 6 personas en un taxi, 4 atrás: el, yo, y una pareja mas. Estábamos bien cerca así que nos acomodamos en una posición que nos hacia estar físicamente mucho más cerca.
Cuando todos se bajaron el decidió dejarme en mi casa, hasta Comas, estando los dos solos en el taxi, nos quedamos abrazados. Con mi oreja en su pecho sentía como su corazón latía rapidísimo aunque no decía nada, ni media palabra.
 “¿Y si lo beso?” - Me preguntaba.
Finalmente no hice nada, primero porque no estaba segura de lo que sentía por él y segundo porque era importante para mí, lo suficiente para no hacer algo que podía lastimarlo solo por unas ganas tontas de probar a ver “que pasaba”. A decir verdad el tampoco hizo nada. Llegamos a mi casa y me fastidio su falta de seguridad, de valor. Me siguió hasta la puerta de mi casa y no se fue hasta que cerré la puerta.
Al día siguiente me llamo al celular, tenía una actitud un poco extraña. Entendí que quizás no había sido necesario besarlo o decirle algo para que el pensara que podía pasar algo entre los dos, a pesar de que no había pasado ni un carajo. Le conteste de una manera tan fria que esa fue la última vez que me llamo.
En una de nuestras últimas conversaciones por MSN, con una canción de Julieta Venegas, me envió un mensaje subliminal, inclusive me paso la letra por la ventanita:
Porque no supiste entender a mi corazón
Lo que había en el, porque no
Tuviste el valor de ver quién soy.
Porque no escuchas lo que está tan cerca de ti
Solo el ruido de afuera y yo,
Estoy a un lado, desaparezco para ti.

Paso un año, me mude, empecé una relación. Nos vimos en el siguiente intercambio de regalos y las cosas con el no eran las de antes. Lo notaba un poco molesto como deliberadamente indiferente conmigo. Yo trate hacerle el habla como a todos pero fue inútil.
Termino la reunión y me iba a encontrar con mi chico en plaza, como supe que Eduardo se iba por ahí le pedí que me jalara, de paso podría tantear que pasaba por su cabecita. En el trayecto me hablo de su chamba más arrogante que nunca, del salmón chileno, de su puesto, un poco más y me hablaba de su sueldo. Inclusive me invito a bajarme de su taxi porque me dijo que ya no iría por mi camino. Me baje y la verdad me llego, no me afecto demasiado.
Nos volvimos a reunir con el grupo de siempre para mayo del 2009, una amiga en común regresaba de Chile, almorzamos en un lugar de comida chiclayana y me senté junto a él, conversamos normal, casi tan normal como en los viejos tiempos. Después de eso decidimos ir al Bar Queirolo en la parte antigua de Pueblo Libre.
Todos juntos la pasamos fenomenal, nos tomamos varias fotos, inclusive una foto con él. La que sería “la foto de la discordia”.
Paso ese día y llego la semana laboral, estaba en mi oficina cuando el maniático de mi ex chico me llamo:
“Me puedes decir porque ese chico dice esas cosas de ti”- me espeto.
“Ah? ¿Qué cosas? ¿De qué hablas?”

“Un tipo ha puesto que tu eres una “Santurrona” y encima ha puesto en su perfil de Facebook una foto contigo, no quiero problemas con el así que dile que quite ese comentario o se las va a ver conmigo” – amenazo.
“Carajo” – pensé cuando recordé que no podía ver el Facebook en mi oficina.
Llame a mi amiga Diana, le di mi contraseña para que entrara a mi cuenta – antes maldije al puto Facebook – luego le pedí que quitara el comentario que él había hecho y que lo eliminara de mi lista de amigos – Si se que fue demasiado, pero en esa época estaba estúpida y erróneamente enamorada así que estoy excusada.
Y como su comentario me había causado un estrés terrible le mande un correo y le pedí que retirara el mensaje y que quitara mi foto con el de su perfil de Facebook. No recuerdo que me contesto. Esa fue la última vez que converse con el “online”. Que hable con él en general.
Paso ese año y no se apareció para el tradicional intercambio de regalos, el era mi amigo secreto, sin embargo no pensé que algo andaba mal.
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Se acercaba la fecha en la que mi mejor amigo y la mejor amiga de Eduardo se casarían, cuando finalmente me llego la invitación vi que solo tenía pase para una persona.
“Oye, tengo solo una entrada para la recepción” – le dije al novio.
“Si Carito…” – me contesto y pensé que era porque estaban apretados de presupuesto, así que no dije nada más.
Llego el día del matrimonio, cuando llegue a la iglesia no había llegado nadie más que Eduardo, lo salude y empecé a conversar con él, como siempre. De inmediato me di cuenta que no me miraba a la cara, ni cuando le hablaba ni cuando me contestaba. Un poco más y se iba dejándome con la palabra en la boca. Aparecieron mas invitados, amigos en común y me di cuenta que Sergio había llevado a su amiga.
“¿Un momento, no puedo traer a mi enamorado y Sergio puede venir con su amiga?”- pensé, pero rápidamente se me olvido.
Mi amigo se caso, Eduardo fue el testigo.
Llegamos a la recepción, me fui al poco rato porque no soportaba sentir su carga negativa alrededor mío ignorándome a propósito, porque no entendía porque mi mejor amigo no me había permitido llevar a mi chico y había permitido que otros si llevaran a sus parejas y porque no me quería quedar sola en la mesa luego de que todas las parejas que estaban conmigo - en la mesa en la que la única sin pareja era yo - se fueran a bailar o a sus casas.
Mi ex me recogió y me pregunto porque estaba triste, le conté en parte. Lo de Eduardo me lo quede para mí.
A la semana siguiente le escribí y le pregunte porque tenía esa actitud conmigo. Prácticamente me dijo que estaba loca que no pasaba nada, que todo estaba bien.
“Yo sé que pasa algo, pero si no lo quieres aceptar esta bien, no hay problema”- le conteste en buena onda.
Pasaron los meses, no fui al intercambio de ese año, no quería estar ahí mientras había alguien que me trataba como el culo, no me lo merecía. Y como no fui, no me entere que quedaron en verse para almorzar después de fiestas.
Y fue en ese almuerzo que – quizás por los pisco sour que tomo – empezó a hablar de mí, de aquella vez que me llevo a mi casa.
“Parecía un pulpo” – dijo, entre otras cosas.
No hay nada que me enfurezca más que alguien diga que hice algo que no hice, y esa noche no hice nada, no fui ni una estrella de mar, mucho menos un pulpo.
Le escribí y le reclame, porque el sabia como yo que no había pasado nada y que fuimos mas zanahorias que la zanahoria de Bugs Bunny. Nunca me contesto.
Pasaron los meses, a veces pensaba en él y me preguntaba porque, porque se comportaba como un idiota si yo lo había considerado un buen chico. Me cuestionaba si lo había lastimado si había alimentado sus ilusiones, aunque no sabía a ciencia cierta si estas existían realmente porque él nunca me las dijo.
Finalmente una noche lo llame, en parte porque extrañaba a ese amigo que un día tuve y porque no quería tener su actitud de mierda cerca de mí. Siempre he pensado que el que da el primer paso no se humilla ni está en desventaja, simplemente es el que tiene más huevos – o mas ovarios.
A decir verdad no fue para nada cortante, fue más bien resignado, así lo sentí. Le pedí disculpas por quizás haberlo tratado mal en el pasado, el me las pidió por haber dicho esas cosas de mi. Me conto también que en el matrimonio al que fuimos le dijo a los novios que no invitaran a mi chico porque quizás iba a ocasionar problemas al verlo ahí. Me jodió un poco pero lo entendí. Lo que no entendí, ni entenderé es porque mi “mejor” amigo no tuvo las agallas de decirme la verdad – aunque esa es otra historia.
He vuelto a ver a Eduardo y la relación es cordial pero nunca volverá a ser la misma, aunque debo aceptar que he querido acercarme y rescatarla pero no he podido.
Hace poco me robaron mi celular y cuando active el viejito en la agenda estaba el número de su casa, en la última tarde del año que paso, pensé en llamarlo y quedar para almorzar como en los viejos tiempos pero me contuve, quizás porque hace poco le dije para ir juntos al matrimonio de un amigo en común y con las justas contesto para decirme que no podía.
Así que, para que intentar acercarme a alguien que simplemente no me quiere cerca.
Fin.