domingo, 11 de noviembre de 2012

Cielo de cartón

“No sé como termine así.”

Pienso, mientras observo el cielo marrón que me ofrecen estas cajas que me sirven de techo y me protegen de la lluvia, de la luz, pero no del frio ni del calor.

Intento seguir durmiendo, es imposible, el ruido desconsiderado de las bocinas de los autos que se mueven por todos lados me lo impiden. Miro a mi alrededor Javier Prado y Snoopy duermen plácidamente flanqueándome como guardianes, flacos y sucios pero guardaespaldas al fin.

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A Javier Prado me lo encontré en la avenida que lleva su nombre, nos miramos directo a los ojos y fue amor a primera vista - o quizás lo convencí con la poca comida que le ofrecí – desde ese momento no nos separamos mas, es un perro chusco de pelo color beige pegadito al cuerpo. Es como cualquier perro de la calle, pero fiel como ninguno.

Con Snoopy la historia fue un poco diferente. A veces la gente deja cada cosa dentro de las cajas: basura de todo tipo, libros, CDs, DVDs, ropa, todo aquello que ya no quieren y que resulta estorboso. Así de estorboso debió resultar Snoopy para que sus dueños lo hayan dejado bien chiquito dentro de una caja de aceite Cil, era un cachorrito cuando lo encontré envuelto en un polo de niño, un polo de Snoopy. Me dio pena dejarlo ahí y lo lleve conmigo, peor no le iba a ir.

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Mi casa quedaba dentro de un terreno que usaban como cochera, a pesar de ello era una casa con todas las de la ley, techos altos toda blanca por dentro y por fuera. Cuando me dijeron que la venderían y que en realidad no era mía y que me tenía que ir, la noticia me cayó como un baldazo de agua fría.

Lo único que agradecí fue estar jubilada - aunque tener un trabajo hubiera sido mejor – si bien mi pensión era una miseria en algo me ayudaría para enfrentar esta nueva situación: jubilada sin casa busca hogar.

Las primeras semanas viví literalmente en hostales de mala muerte cercanos a mi ex – casa, comiendo menú de los diferentes restaurantes que por ahí abundaban. Poco a poco me fui dando cuenta que mis intentos por mantener una vida decorosa – así como era antes – iban a fracasar estrepitosamente. Como era obvio no soportaba quedarme dentro de los hostales donde dormía y caminar hasta donde vivían mis ex vecinos cada vez se hacía más cansado, además, notaba que ellos no me recibían siempre de la misma forma cordial y amable.

En las largas caminatas de ida y vuelta a mi nueva morada me di cuenta que la cuadra donde antes quedaba mi casa había sido inundada por recicladores de todo tipo, en su mayoría recicladores de cartón que almacenaban e intercambiaban este material a un buen precio.

“Quizás no había sido tan malo que me hayan botado de mi casa, no hubiese soportado vivir alrededor de tanto caos” –pensé.

Decidí entonces incursionar en ese negocio, como era obvio no iba a cargar grandes cantidades, tampoco ganar mucho dinero. Lo que ese día recogía ese día lo vendía y llegaba a mi habitación cansada y con el dinero obtenido de lo que había recogido. Así me acostumbre a llevar lo más importante conmigo, mis documentos, algunos recuerdos de mis padres y de mi hijo, cosas sin valor pero importantes para mí así como todo el dinero que tenía, siempre trataba de no dejar ni un centavo en mi cuarto, por el temor de regresar y no encontrar nada.

Como no tenia familiares que visitar ni que me visitaran, ni hijo que ver o que me viera, mucho menos amigos, fue una suerte encontrar a Javier Prado en mi camino, el problema fue que cuando regrese con el al hostal no me dejaron entrar.

“No se aceptan animales” – Me dijeron, y tuve que tomar una decisión.

E
Saque lo más importante que quedaba en mi habitación y – lo más ligero de cargar también –y esa fue la primera noche que dormí en la calle. Un chifa al que había ido con mi papa cuando niña me inspiro suficiente confianza como para quedarme ahí con mi perro. Tuve miedo de que me dejara sola pero se quedo ahí conmigo toda la noche – aunque debo confesar que también me tranquilizo el hecho de ver pasar de cuando en vez un patrullero.

La primera vez de cualquier cosa en la vida es complicada y esa lo fue, tenía mucho frio y aunque me puse encima toda la ropa que pude traer conmigo igual me congele. Felizmente al día siguiente pude conseguir periódicos y con eso las noches siguientes fueron más llevaderas.

En la puerta del chifa estuve durmiendo por algunas semanas, me hice amiga de los dateros y de las vendedoras de los kioscos aledaños. Pero de ahí los dueños del chifa le dijeron a sus mozos que me pidieran amablemente que me fuera o me iban a echar agua caliente. No los culpo, una indigente en la puerta de cualquier negocio da muy mal aspecto.

Sigo vendiendo cartones por volumen, los recolecto durante todo el día y los vendo durante la tarde o la noche, ahora duermo donde me agarre el sueño y la hora, trato de que siempre sea en lugares abiertos, donde pase mucha gente – así sean putas -, me atemoriza un poco la estrechez y la soledad de algunas calles. Así también prefiero que sea un lugar donde haya jardines grandes, casi siempre los encargados de darles mantenimiento me regalan un poco de agua para lavar mi ropa y a veces asearme.

Debo reconocer que vivir así me ha quitado un poco la noción del tiempo, todos los días se parecen - son igual de largos - a excepción de los domingos que voy a misa.

También debo aceptar que estos dos perros chuscos se han convertido en las dos cosas más valiosas que llevo conmigo. No me gusta pensar en el futuro, mucho menos añorar el pasado, ni mi hijo, ni mi casa, ni lo que fue mi vida van a regresar así que darle vueltas es inútil.

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Parece que ha salido el sol, el piso y el techo de mi habitación 5 estrellas me lo hacen notar. Es tiempo de salir y ver que tal nos va hoy.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Tres al hilo - Maria Emilia Cornejo

(I) Tímida y avergonzada 

Tímida y avergonzada
dejé que me quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
Sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome
"nunca confíes en los hombres".
Comprendiste mi dolor
Y con infinita ternura
Cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.

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(II) Como Tú lo estableciste

Sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.
ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
Inacabado y ajeno
invade de escrúpulo mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

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(III) Soy la muchacha mala de la historia

Soy
La muchacha mala de la historia
La que fornicó con tres hombres
Y le sacó cuernos a su marido.

Soy la mujer
Que lo engaño cotidianamente
Por un miserable plato de lentejas,
La que le quitó lentamente su ropaje de bondad
Hasta convertirlo en una piedra
Negra y estéril
Soy la mujer que lo castró
Con infinitos gestos de ternura
Y gemidos falsos en la cama

Soy
La muchacha mala de la historia.

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Estos son los poemas mas emblemáticos de MEC, me encantaron porque grafican tres estados importantes en la vida de una mujer, así como el temperamento de mas de una - sin importar quien o quienes los hayan escrito. Definitivamente su creador(a)  tuvo que haber estado hechizado por algún duende femenino.



jueves, 1 de noviembre de 2012

Estado Pepe Le Pew


Durante esos días que me siento “mas mujer que nunca”, entiéndase el sarcasmo producido por algunas etapas del ciclo menstrual - una semana antes y durante la mestruacion para ser exactos – me puse a pensar en cómo nos ponemos las mujeres cuando la progesterona  en nuestro organismo alcanza su máxima expresión y volumen:

    • Queremos hablar con todo el mundo. Si, a veces pasa que queremos estar comunicadas todo el tiempo con alguien (a la mierda, con todos), pe. con tus mejores amigas, y a veces mientras tu estas needy las demás están en su modo “Mujer maravilla”.
    • Lloramos por todo. Vemos una noticia triste: lloramos. Se nos estropean las uñas lloramos. Vemos al Ecce Homo restaurado: lloramos. Pareciera que existe una relación directamente proporcional entre hormonas y lagrimas.
    • Nos ponemos a pensar en lo que no tenemos, en lo que queremos, en lo que querríamos si pudiéramos y en lo que tendríamos si hubiéramos, ósea perdemos el tiempo en lo que se conoce como wadas.
    • Nos ponemos más irascibles, nos ponemos como novia de Hulk. Cuando menos nos damos cuenta extrapolamos las situaciones y las llevamos de sencillas a dramas de Televisa.
    • Comemos de mas, es usual que se te antojen “cositas” que usualmente pensarías dos veces antes de consumir por ejemplo: el brownie de tu chamba, el pote de mermelada de sauco o canchita/chizito con mazamorra/leche condensada (prueba es buenazo), etc. Pero después estamos sufriendo para bajar esos “kilitos” de mas – para bajar un muffin (con frosting) hay que correr 8Km. (2 vueltas al pentagonito, 4 al campo de Marte) Piénsalo!

            Pero, ¿que podemos hacer nosotras mujeres para hacer frente a esto que por naturaleza no podemos evitar? También estuve pensando en eso así que aquí una listita (Si quieres saber más investiga!)
            • Intenta elevar los niveles de serotonina y endorfinas (la primera regula tu estado de ánimo y la segunda es la conocida “Hormona de la felicidad”) para eso corre, trota o ten sexo. O todas a la vez! En general practica ejercicios de resistencia.
            • Si eres de pensamientos obsesivos y no puedes dejar de pensar en cosas inútiles prueba pensarlas por un tiempo en concreto, pe. 2 minutos, date el gusto y después ¡Vete a hacer algo productivo! Como el punto anterior.
            • No puedes evitar comer porquerías? No las tengas cerca, evita cualquier tentación y come fruta y harta agua, al menos eso (si bien no es tan rico, nada comparable)  te hará sentir re-llena. O sino terminaras rellena!
            • Escribe, eso a mí me funciona.
            • Practica Yoga, aunque para eso hay que tener un tiempo pero ¿quién más que tu se lo merece?

            Esto no intenta para nada ser una guía para nadie, simplemente es una serie de hechos verídicos (y fácilmente comprobables) y los remediales que la experiencia me ha permitido conocer.

            martes, 10 de julio de 2012

            Asignación Universitaria

            Cuando en la universidad nos dejaron de tarea conseguir un esqueleto humano al principio no supe bien que hacer ¿Dónde se consigue?¿Como se consigue? Eran las preguntas que rondaban mi cabeza.
            Finalmente Amador un compañero que había reprobado el curso el semestre anterior me explico como era el asunto.
            Elegimos la fecha para la “asignación”, Carlos que estaba en el grupo presto su camioneta, nos hicimos de pico, palas, guantes, mascarillas y costales y enrumbamos al cementerio de Cayma, el más alejado.  Nos acompañaba Cucho y Andrés.
            Esperamos hasta que estuviera bien entrada la noche, mientras nos calentábamos con algo de licor. Debo aceptar que – de paso - me estaba dando valor porque me costaba asimilar la idea de lo que íbamos a hacer.
            Cuando llego el momento, Cucho el más despistado  de todos – pero el que mejor vista tenia - fue elegido como “campana”, se subió a uno de los muros principales y se quedo ahí. Un poco más cerca a los demás Andrés avisaría si Cucho divisaba algo, dándonos el tiempo suficiente para guardar las cosas y fugar sin problemas.
            Nos acercamos al nicho, desde hacía semanas que habíamos “tasado” al finadito. Tenía el tiempo preciso para que los músculos se pegaran al hueso hasta casi desaparecer. Antes de empezar nos persignamos y rezamos un ratito.
            “Padre nuestro que estás en los cielos…”
            “Pero yo soy agnóstico Amador” – protesto Carlos.
            “Cállate y reza nomas!”
            “Señor perdónanos por profanar a este difunto en nombre de la ciencia…”
            Con el pico Amador comenzó a destrozar la lapida, ni tan suave para demorar, ni tan duro como para llegar al féretro y romperlo. Carlos lo ayudo para agilizar, mientras yo solo me limitaba a ver como poco a poco iba apareciendo el marrón raido del cajón.
            Cuando llegamos al siguiente nivel, me puse los guantes, la mascarilla y con cuidado – como si fuera un intruso que estuviese metiéndose en la casa de alguien – levante la tapa de madera. Parecía sencilla de levantar pero no, los goznes estaban medio oxidados y tuve que usar la pala para levantarla. Al lograr mi cometido espere ver el vidrio que separaba la madera del difunto, pero el material se había convertido en una especie de plástico opaco.
            “Los gases del muertito han cambiado la estructura del vidrio, eso ha pasado” – intento explicar Amador.
            Con cuidado intente quebrar el “vidrio” pero fue imposible, logre finalmente hacer un hueco chiquito con la navaja suiza de Carlos y poco a poco fui agrandando el hoyo hasta retirar por completo el material.
            “Tengan preparado todo, no se vaya a deshacer en mis manos” – le pedí a los chicos, pero creo que no me escucharon porque cuando hube sacado el esqueleto no había nadie quien me lo recibiera.
            “Amador el costalillo!” – le grite y reacciono, parecía que nunca había visto un cadáver momificado, la verdad era como las momias de los museos, como la momia Juanita.
            Lo sacamos e intentamos dejar todo lo más ordenado posible, la idea era que nadie se diera cuenta que dentro del cajón ya no había cuerpo y creo que Carlos y Amador se encargaron bastante bien. Esa chamba no era mía porque ya había sacado al difuntito.
            Terminado todo el trabajo nuestros “peones” bajaron de los muros y nos enrumbamos a la “casa abandonada”, que en realidad era un terreno de Amador donde había un cuarto grande sin ventanas y sin puerta – pero con techo, indispensable para el frio – nos habíamos encargado de taponearlo para que nadie entrara y poder dejar sin problemas los insumos para la limpieza del esqueleto, antes de partir al cementerio habíamos puesto a hervir un cilindro – de esos grandes para químicos -lleno de agua para comenzar el proceso de limpieza.
            La carretera que nos llevaba a la casa estaba tranquila – sin otros carros a la vista – y soplaba un viento helado pero seco. De repente vimos al lado nuestro un caballo montado por un hombre, traía puesto un sombrero y un poncho, esta de más decir que nos orinamos de miedo y casi nos infartamos cuando nos empezó a hacer señas para que nos detuviéramos.
            Pensamos que quizás necesitaba algo y como buenos arequipeños que éramos nos detuvimos a un ladito, sin embargo Carlos tenía el pie en el acelerador por si era una trampa, y nos salían al encuentro abigeos para asaltarnos – aunque éramos unos estudiantes misios- , a la menor sospecha saldríamos disparados.
            “Caballeros buenas noches”
            “Buenas noches” – respondimos al unísono.
            “Esta fresca la noche, no?”- dijo el extraño recibiendo un silencio expectante.
            “Disculparan ustedes la forma tan brusca en que los detuve en su camino pero              quisiera invitarlos a la fiesta que se esta desarrollando en mi hacienda, buena comida, chicas lindas y buena música de todo para que se la pasen bien.”
            “Le agradecemos la invitación paisano pero ahorita estamos con un pendiente y no podemos detenernos, sino con mucho gusto”- dijo Amador finalizando.
            “Bueno entonces mucha suerte en lo que tengan que hacer será para otra oportunidad.”- nos dijo el desconocido, arreando el caballo en retirada.
            Nos miramos a las caras preguntándonos que rayos había sido eso y cuando Andrés volteo para ver si de verdad se alejaba – aun teníamos el temor de que fuera el gancho de algún grupo de asaltantes – no lo vio mas.
            “Mi mama me ha dicho que a veces así hay almas que vagan por ahí, como recordando lo último que hicieron, quizás este señor era una de esas almas” – dijo Cucho, recibiendo el abucheo moral del grupo por empezar una frase con “mi mama me ha dicho”
            “No seas cabro pues Cucho!”
            Llegamos a la casa, el agua ya estaba hirviendo dentro del cilindro. Habíamos traído también cal viva y barniz.
            Cucho saco al finado, le retiramos la ropa que traía puesta y nos quedamos con el esqueleto desnudo. No sé si fueron los nervios o el frio que me había congestionado la nariz, pero no sentí ningún olor penetrante y, como ya me había puesto los guantes, lo cogí enterito y lo metí dentro del cilindro a que hirviera hasta que los leños se consumieran.
            Al día siguiente taparíamos los huesos con cal viva para que consumiera todo el tejido restante, teníamos que entregarlo en clase la semana siguiente y nos daría tiempo suficiente para ponerlo a secar al sol y darle el acabado final con el barniz.
            Enrumbamos en la camioneta, cansados y un poco aturdidos por todo lo sucedido.
            Ya casi amaneciendo, Carlos dejo a cada uno en su casa y en la última, la de Cucho, se quedo a dormir porque ya no podía mas con el cansancio y no había quien le hablara y evitara que se matara por quedarse dormido manejando. Así fue como Cucho no tuvo más remedio que darle una colcha y dejar que duerma en el sillón de su sala, porque ni fregando compartía la cama con él.
            Cuando nos reunimos al día siguiente, al verlos todos ojerosos y demacrados de la mala noche no pude evitar decirles:
            “Pero para el próximo trabajo ya estamos más experimentados, o no?”
            Amador fue el único que contesto, los demás no me hicieron ni caso.
            “No jodas Nacho, la próxima vemos donde lo compramos, pero yo no vuelvo a pasar por todo ese trajín en mi vida cholo, en mi vida.”
            Fin. 

            domingo, 24 de junio de 2012

            Las flores son para los muertos

            “Susana hola, ¿como estas?”
            “Bien Yanina, ¿dime que paso?” – era raro recibir una llamada de trabajo en domingo, casi siempre era trabajo urgente o no muy buenas noticias.
            “Lo que ocurre es que la mama de Socorro falleció anoche.”


            Susana no conocía a la mama de Socorro – su jefa -, pero había escuchado mucho de ella. Conocía de sus largas conversaciones en la oficina, en las que parecía que los papeles se invertían y que la madre era la hija y la hija la madre.

            Admiraba el hecho de que su jefa haya decidido tener a su mama en casa, era ya una persona mayor y a los achaques propios de su edad había que agregarle algún tipo de dolencia que la hacía comportarse por momentos, errante y por otros como una niña. Muchas veces Socorro tenía que interceder por ella cuando no quería salir, o cuando quería hacerlo sin motivo alguno, defendiéndola, dándole gusto en lo que podía, acomodando su vida de forma que su gordita – como cariñosamente la llamaba - estuviera siempre bien.


            Cuando termino de escuchar Susana se quedo en silencio. La muerte, si bien la entristecía no la hacía llorar, pero quizás el cumulo de cosas por las que había pasado últimamente buscaban escapar – como un rio caudaloso a través de la represa de su maltrecha fortaleza – y lloro, lloro sin saber bien porque.

            “Ay pobrecita…” – alcanzo a decir, mientras al otro lado del teléfono Yanina se quedo un poco perpleja, no espero esa reacción.
            “Pero ya estaba mayor”
            “Si lo sé, pero me da penita”

            Le dio los datos del lugar del velorio y la hora, también le dio el encargo de comprar un arreglo floral apropiado que representara a la gente de la oficina. Cortó.

            Susana se había olvidado que su mama estaba en la habitación viéndola llorar sin entender el motivo.

            “Que paso hijita, ¡no me asustes!”- le dijo mientras Susana se secaba las lagrimas, su mama era nerviosa y lo menos que quería hacer era alterarla.
            “La mama de mi jefa ha fallecido.” – alcanzo a decir mientras bebía el vaso de agua que su mama le había pasado para tranquilizarla. Como casi toda mama, conocía a su hija y sabía que a pesar de hacerse la fuerte, era igual de llorona que ella.

            Le comento la necesidad de comprar un arreglo floral. No supo bien porque no se le ocurrió pedir algún arreglo a una de esas grandes florerías que incluso hacían delivery, lo único que recordó fue una florería chiquita que quedaba a pocas cuadras de su casa. Le llamaba la atención lo bonita que era por fuera, toda blanca y con luces muy tenues que resaltaban los peluches, los globos y las flores que ahí vendían.

            Después de almorzar se dirigieron a la florería, antes de cruzar la pista recibió otra llamada de Yanina, esta vez con un detalle que cambio un poco el panorama.

            “A la mami de Socorro no le gustaban las flores, así que el arreglo no puede contener flores, no olvides colocar el nombre correcto de la oficina.”

            Mientras cruzaba la pista comenzaba a figurarse que otra cosa se podía llevar a un velorio que fuera representativo y sobre todo respetuoso, dadas las circunstancias.

            “¿Qué pasa hijita?”
            “Lo que pasa es que a la señora no le gustaban las flores, así que tengo que pensar en otra cosa.”
            “¿Y ahora? Vamos a ver pues, capaz a donde vamos se les ocurre algo.”

            En el interior de la tienda las esperaba una mujer muy alta y acuerpada, su piel era blanca y sus cabellos rubios – no supo distinguir si naturales – su rostro estaba adornado por una amplia sonrisa, dándoles la bienvenida.

            Por dentro el ambiente era tan bonito como en el exterior, flores a la izquierda, globos y peluches a la derecha y al fondo mas flores y una mesita blanca donde una pareja de amigos de la dueña tomaban un chocolate caliente, era una atmosfera realmente romántica y decorada con un muy buen gusto.

            “¿En qué te puedo ayudar?” – Susana se dio cuenta que la mujer era brasilera.
            “Mira, necesito un arreglo para un velorio. Pero resulta que a la señora que falleció no le gustaban las flores así que hay que pensar en otra cosa”
            “Mmm… ¿podría ser un peluche?”
            “No lo sé, me parece demasiado personal, estaba pensando más en globos o algo por el estilo”

            La mujer saco de su almacén globos de colores, esperando que Susana escogiera. Al final se decidió por unos globos de un rojo metálico intenso. La florista tomo unos globos de muestra e intento armar un bosquejo – si es que cabe el término – de lo que sería finalmente “el arreglo”.

            Aunque no del todo decidida Susana acepto, dejo pagado el arreglo y se fue a pasear con su mama, demoraría 40 minutos tenerlo listo, vio su reloj y faltaban un par de horas para que llegara el féretro al velatorio así que se fue tranquila.

            A su regreso, Sanya tenía el arreglo listo, era como una explosión de corazones rojos de varios tamaños y en varias alturas. Lo único que le pidió fue que escribiera por ella el letrerito que va en todos los arreglos.

            “Tengo pésima escritura” – se excuso y Susana no objeto, aunque tuvo que hacerlo un par de veces para que quedara cuadradito el mensaje.

            Salieron de La Provence – así se llamaba la florería – y Susana se sintió un poco extraña parada en una avenida principal con el viento balanceando corazones rojos al lado de su mama, intento sin éxito parar un taxi, cuando al final consiguió uno no regateo ni un solo centavo y se subió.

            Las lunas del auto estaban bajas así que el viento comenzó a enredar las tiritas de cada globo, eso la estreso un poco mas por lo que le pidió al taxista que las subiera. Al fin llegaron a la espalda de la iglesia de Fátima en Miraflores, mientras su mama le contaba toda la historia al taxista y Susana se comenzaba a imaginar cómo iba a bajar del taxi y meter el arreglo en el velatorio.

            “Mejor baja solita y le dices a la familia que este adentro como es el arreglo y si aceptan lo metes y sino, nos vamos” – le recomendó su mama y Susana pensó que era lo mejor.

            Avanzo medio asustada y vio a unos sobrinos de Socorro – o al menos eso imagino que eran – también vio a su hermana, a la que conocía por fotos.

            “Hola, soy del trabajo de Socorro, sabíamos que a la señora no le gustaban las flores. Le hemos traído un arreglo de corazones rojos, están dentro del taxi.” – les dijo, señalando el auto donde la esperaba su mama y los globos que asomaban llenos de helio como escapandose por la ventana.

            “Si, pasa nomas” – le dijo.

            Había estado ya en ese lugar antes – para el velorio de un tío - asi que sin mayor problema se dirigió a una esquinita donde coloco el peso que evitaría que los globos se quedaran pegados al techo y el letrerito con el nombre de quienes lo enviaban. 

            Cuando se dio vuelta, se dio cuenta que el féretro ya había llegado – se sintió un poco rara por haber entrado como si nada – también pudo ver que todas las paredes estaban adornadas con globos blancos.

            Salió y le dijo a su mama que se fuera nomas, que ella esperaría a su jefa y a algunos compañeros que irían a darle el pésame.

            Se sentó afuera del velatorio y encendió un cigarro mientras veia a los chicos que hacían actividades de Boy Scout, algunas parejitas que se hacian mimos en el jardin - en las bancas, en los muros, etc - gente haciendo jogging y niños jugando a la pelota.

            En eso vio llegar a su jefa, se levanto y fue a saludarla, estaba un poco nerviosa porque a su hermana le podría haber gustado pero ella podía pensar otra cosa. Podría pasar cualquier cosa en realidad.

            “Me dijeron que a tu mami no le gustaban las flores”
            “Si, siempre me decía “las flores son para los muertos” no las soportaba ni en la casa”
            “Bueno traje ese arreglo de la esquina, de parte de toda la oficina”
            “Esta lindo, resalta en el ambiente donde casi todo es blanco” – le dijo, luego de un silencio que a Susana le pareció eterno.

            Converso unos minutos con ella hasta que tuvo que entrar para ver asuntos propios del velorio o quizás saludar a algunos familiares. Por cortesía – y porque no había nadie más a su lado – se quedo conversando con una amiga de colegio de Socorro largo rato hasta que esta se fue y llegaron sus demás compañeros de la oficina.

            Como a las 8 de la noche se fue, no sin antes llamar a su mama para ver si quería recogerla de donde estuviere. Ingreso al velatorio para despedirse de Socorro.

            ---

            Pasaron los días y Socorro se reincorporo a sus actividades laborales, al sentarse en su escritorio se dio cuenta que había perdido una foto que tenia de su mama – la ultima que se tomo con ella – un poco desesperada comenzó a buscarla entre sus cosas.

            “Pero ¿donde fue el último lugar donde la viste?” - le decia Susana intentando ayudarla.
            “En el banco, en la caja del banco”
            “Pues ahí deben seguir”

            Cuando regreso con las fotos le conto a Susana lo trabajoso que fue encontrar con sus hermanas un nicho frente al mar – porque su mama adoraba el mar – y que el destino final de los globos de corazones rojos había sido el cielo, porque antes de irse los soltó para que se fueran a donde quisieran.

            Fin.

            domingo, 10 de junio de 2012

            Creer o no creer?

            Que es mejor o peor? Creer o no creer?

            Estos días han sido extremadamente filosóficos- por no decir complicados. La hermana de una amiga muy querida falleció de cáncer y cuando me acerque a ella durante el velorio y se puso a llorar en mi hombro intente consolarla hablándole de Dios.

            “Que Dios sabe porque hace esas cosas, que Dios le dará sabiduría y fortaleza. Que Dios (la vida/Dios/la vida?) te pone pruebas”

            Mientras las palabras salían de mi boca y las lagrimas de mis ojos intentaba hallar algo de razón (para mí) en lo que le decía. Casi nunca digo cosas serias por decir y en esa situación se me hacia más difícil porque trataba de asumir cada palabra:

            “Carol, estas mencionando a Dios entonces crees en Dios…” – Decía una parte de mi.
            “No, lo digo porque no se que mas decir y porque en parte el concepto de Dios puede suplir al del destino o las zarandeadas que nos da a veces la vida…”

            Luego salí a fumarme un cigarro y a pensar en la vida, en lo rápido que puede cambiar, el cáncer se la había llevado en 6 meses. El tiempo en que uno se proyecta ahorrar para un viaje, bajar de peso en el gym, etc., etc.

            ---

            Me acorde de otro amigo, me conto que el papa de una amiga suya se fue en 3 meses por la misma enfermedad, cáncer. Es el tiempo en el que me proyecto hacer otro laceado, en 3 meses espero comenzar a aprender francés, en ese tiempo espero haber subido - al menos una vez – al ring con alguien para entrenar Muay Thay.

            También pensaba en esa amiga de otra amiga, aquella que vivía cada día como si fuera el último, hasta que vivió el último de sus días cuando su camioneta se volcó en la carretera y murió instantáneamente. No estaba tomada, no se durmió, otro carro se le cruzo y su vida se detuvo.

            ---

            Prendo otro cigarro, mis amigos no llegan, me empiezan a sudar las manos.

            Hace unos meses leí un post de Clemente Ga Novella, un español – ateo- que hablaba sobre lo que pasaba con las personas creyentes a las que les pasan desgracias como perder a un familiar cercano, por ejemplo.

            El decía que podían pasar dos cosas: que la persona se aferre a su creencia y eso le ayude a salir a delante o que se comience a cuestionar sobre lo que cree para finalmente darse cuenta de que quizás no hay un cielo, no hay un Dios que lo ve todo y al que – como algunos dicen - hay que temerle.


             Debo aceptar que a mi me paso lo segundo. Cuando paso algo que movió mi fuero interno, si bien no deje creer, deje de creer ciegamente comenzando a racionalizar cada pensamiento al respecto y la verdad no me arrepiento.

            Y cuando en mi vida volvió a ocurrir algo que me hizo ver del tamaño de una hormiga los problemas que – a veces – me atormentaban, trate de no pedirle a Dios que me ayudara, no le pedí que sanara a esa persona que yo quería.


            La verdad eso no ayudo mucho a tranquilizarme – lo empeoro. La mejor forma de graficarlo es estar parada frente a un gran abismo y no saber qué hacer, ni que habrá allá abajo y sentir que el dolor que sientes – el miedo que te paraliza - no es tan importante porque hay alguien que la vive y que necesita tu apoyo. La única cosa que opte por hacer fue no pensar, no pensar en esa palabra que no quieres mencionar cuando la salud es esquiva, y esa palabra – también esquiva - es la muerte o las consecuencias de la enfermedad.

            Ahora ya pasado el tsunami inicial, la semana pasada recibí buenas noticias:

            “las células malignas no han salpicado a otros órganos y quedan muy pocas” – leía en mi celular.

            De más esta decir que me alegre como si hubiese autografiado mi primer libro, sin embargo después pensé y decidí tomar las cosas despacio. Tener esperanza, esperar lo mejor pero no confiar ciegamente en que todo ira de maravillas. Aunque de verdad deseo – con todo mi corazón - que sea así.

            Y aun después de toda esta reflexión, sigo sin saber ¿que es mejor? ¿Creer o no creer? Quizás - subrayado y en negrita - tenga algo de razón lo que me dijo una amiga, a la que siempre atormento con mis cuestionamientos “religiosos”:

            “No hay que dejarle a Dios tremendo encargo de salvar o sanar a alguien.” – aunque acertada, esta afirmación sigue sin satisfacer mi pregunta.

            jueves, 31 de mayo de 2012

            Una historia de terror

            Nota de la autora: Esta es una historia de ficcion, todos los personajes mencionados son imaginarios.

            Era un día común y corriente en el aeropuerto, la van de la aerolínea la recogió como siempre. Por más que quiso no pudo dormir, dada la corta distancia que había entre su casa y el Aeropuerto.

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            Hacía poco que Susana había empezado a trabajar en el counter, antes había trabajado en atención al cliente pero siempre tuvo en mente trabajar en ese ambiente tan sofisticado donde podía practicar su ingles y otros idiomas de los turistas que por ahí pasaban.

            Aunque espero trabajar en una gran aerolínea acepto el puesto que le ofrecieron en la naciente AeroStar ya que tenia vuelos nacionales e internacionales.

            Pero no todo era felicidad en su nuevo trabajo, algunas aeromozas la miraban por encima del hombro y eso no le gustaba, por eso se esmeraba en su arreglo personal y en su manera de hablar, en especial cuando lo hacía en algún idioma diferente al español. Otro aspecto que le intranquilizaba eran los agentes de prevención de tráfico de drogas y de la DEA, que deambulaban de incognitos o con sus perros por todo el aeropuerto.
            A veces le daba lástima cuando atrapaban a algún burrier, se imaginaba la situación difícil por la que – quizás – atravesaban para llegar al extremo de transportar droga, o lo inmaduros que tendrían que ser para pensar que ese era un camino “fácil” para obtener dinero.

            Desde que empezó había visto desde los usuales burros que traen la droga escondida en la maleta – de las formas más ingeniosas -, los que ingieren capsulas de cocaína y que son traicionados por sus propios nervios hasta las personas que aunque inocentes despertaban las sospechas de las autoridades y terminaban con sus maletas destrozadas y los nervios aun mas crispados.

            “Pero les reponen la maleta al menos”- le contaba a su esposo Camilo.

            Una de las reglas más importantes – entre muchas otras - era que no se podía acercar ni antes ni después a ningún sospechoso, eso la podría perjudicar y hacer ver como cómplice, así que la cumplía al pie de la letra.

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            Pero ese día en especial no vio nada sospechoso en aquella mujer de cabello largo que sostenía a un niño pequeño en brazos, estaba dormido, aparentaba tener menos de un año y lo tenía tapado con una colchita celeste.

            Si bien no se podía acercar, se entretuvo viéndola con detalle. Tenía el pelo bastante descuidado de un color casi cucaracha, su piel un poco pálida estaba marcada por ligeras arrugas, pero la más pronunciada era la que tenia entre las cejas. Traía un buzo celeste sintético y unas zapatillas blancas, casi nuevas. Su vuelo partia rumbo Madrid y estaba a quince minutos de perderlo.

            “Debe renegar mucho o dormir poco, quizás por el niño”- pensó.

            Los agentes le quitaron las valijas y las empezaron a revisar, sacaron todo pero no encontraron nada, destriparon las maletas esperando encontrar alguna superficie donde poder colocar el químico que cambiaria de color indicando que se trataba de clorhidrato de cocaína y nada.

            Cansados de buscar en las maletas llamaron a un agente de la DEA que se acerco con un perro, a Susana le recordó al perro del programa de los 80’s “Tres por tres” entro muy amigable pero se fue directo a la maleta – guiado en parte por el agente encargado – luego, para sorpresa de todos se abalanzo sobre la señora y el niño.

            Susana espero que el niño despertara, sin embargo solo se escuchaban los pedidos de la señora para que le quitaran al perro de encima, por nada del mundo soltaba al bebe que tenía en brazos.

            “El instinto maternal”- pensó.

            Pero al agente de la DEA le pareció extraño su comportamiento y el hecho de que el niño no se sobresaltara al sentir el peso del perro y los sonoros ladridos que emitió al acercarse.

            “Señora deje al niño en la mesa.”

            La mujer lo miro y con expresión resignada dejo al pequeño sobre la fría mesa de metal a la que la habían llevado para interrogarla y revisar sus cosas. El agente se acerco y destapo al niño que yacía como dormido.

            Susana lamento haber gastado tanto en desayuno ese día en la cafeteria mas fashion del aeropuerto, lamento no haberse enfermado ese día y haber faltado, quizás así se hubiese evitado ver lo que vio y solo habría sido un chisme mas, uno truculento pero chisme al fin. No habría ninguna imagen asociada a el, pero no había nada que hacer.

            El niño que aparentemente dormía en los brazos de su madre era el cadáver de un bebe de aproximadamente nueve meses, estaba de alguna forma disecado con una costura que iba desde el inicio del cuello y terminaba debajo del ombligo, lo habían usado de burro y estaba relleno de droga.

            Salió del cuarto mareada y pálida, con unas ganas intensas de vomitar pero sobretodo con un deseo inmenso de sufrir de amnesia en ese instante y olvidarse de lo que había visto, pero no pudo. Necesito de un largo rato para recomponerse, pero finalmente lo logro, sin embargo la imagen se le quedo grabada de por vida.

            Desde ese día Susana perdió un poco la fe en la humanidad, comenzó a creer que un pedazo del infierno estaba aquí en la tierra y que andaba esparciendo por todo el mundo sus blancas semillas.

            Fin.

            lunes, 28 de mayo de 2012

            Lorenzo - Parte III

            “Lorenzo el desayuno ya está listo…” – le decía Pamela
            “Ay ya un ratito mas, déjame dormir un ratito mas…” – modorreaba Lorenzo

            Se levanto con flojera se puso las pantuflas y se fue al baño. Se ducho y aseo, se puso casi en modo automático el uniforme plomo. Bajo al comedor.

            Micaela estaba lista tomando el desayuno, las trenzas que Pamela le había hecho le apretaban tanto que parecía la nieta del señor Miyagui. Graciela supervisaba que Lucas no se quemara con la avena caliente. Benito leía el periódico y comentaba de rato en rato con su esposa.

            “Buenos días jovencito, es el mayor y se levanta ultimo” – con los años se había vuelto un poco más duro con Lorenzo, dizque para forjarle el carácter, aunque no se aguanto y le meso el cabello despeinándolo.
            “Papa! Ya pues…” – se quejaba Lorenzo
            “Mucho gel, mucho gel!”

            Llevo a los 3 al colegio, antes de bajar repartió las propinas entre los dos mayores y se encargo de llevar a Lucas que aun estaba pequeño para cargar mochila y lonchera.

            “Chau Mica, nos vemos a la salida fea!” – se despedía de su hermanita mientras le jalaba una trenza.
            “Y tu mostro… le voy a decir a mi papa que me jalas mis trenzas!”

            Don Justino era el conserje del colegio, vivía con su esposa y su pequeño hijo en una casita de triplay al lado del estrado principal que quedaba en el patio. Su esposa también se encargaba de la limpieza general y en sus ratos libres se las agenciaba para vender sanguches de pollo y “marcianos” (helados de hielo), estos eran los favoritos de Lorenzo.

            Ese día durante el recreo Lorenzo fue a tocar la puerta de la casa de Justino.

            “Seño deme 1 marciano de lúcuma con leche por favor”
            “Pasa Lorencito, pasa que estoy con el bebe” – Le dijo María.

            La casa era en realidad una caja con huecos en los altos que asemejaban ventanas, un solo ambiente que había sido dividido por cortinas. Lorenzo siempre que entraba intentaba adivinar dónde estaba el baño. La cocina estaba pasando el “patio” de la casa de Justino – que no era más que un par de metros cuadrados donde María colocaba las bateas con la ropa que lavaba. Entro a la cocina abrió la refrigeradora saco el marciano y dejo la plata sobre la mesa.

            “Estoy dejando la plata encima de la mesa seño…”
            “Ya hijo, gracias.”

            Salió de la cocina, cuando se dirigía a la puerta escucho:

            “cuac!”

            Se detuvo, empezó a mirar a los lados.

            “cuac cuac!”
            “Seño María, ¿aquí hay patos?”
            “Si Lorencito, Justino los ha traído hoy del mercado, para comer dice”

            Detrás de unas cajas apiladas estaban dos patitos metidos en una caja de leche Gloria, a Lorenzo le llamo la atención las franjas a los lados de la cabeza de cada patito, le recordaban a las tortuninjas, tenían el pecho amarillo y todo lo demás era de un negro brillante.

            “Están bonitos, seño”

            Lorenzo salió y se comió rápido el chupete, Vilela el profesor de educación cívica y el encargado de la disciplina de los grados secundarios había tocado ya el pito que indicaba que el recreo había finalizado.

            ---

            Jorge Vilela era un "poquito" chauvinista, al menos eso decía Benito cuando Lorenzo le contaba las cosas que les decía cuando les llamaba la atención.

            Era usual que en los intervalos entre una materia y otra los chicos del 5to grado se “relajaran”, esto significaba sentarse en el piso y conversar de nada, jugar a tirarse papelitos, rellenar slams o escribir poemas como Lorenzo hacia mientras no lo veían sus amigos. Le gustaba una chica - Pilar - y desde que supo que ella le correspondía no dejaba de escribir, era como una catarsis para ese remolino de sentimientos nuevos que lo embargaban.

            Un día mientras reinaba la anarquía en el salón se escucharon los pasos de Vilela, todos los chicos se pararon y Lorenzo guardo rápidamente sus apuntes.

            “De pie!”

            Comenzaba entonces con su acostumbrado discurso “patriótico”, recordando a los soldados de la guerra del Pacifico, a las mujeres vejadas y a las bibliotecas incendiadas de aquella época.

            “Y ustedes que tienen la oportunidad de estudiar se la pasan perdiendo el tiempo!”

            Todo mientras caminaba de forma – ligeramente – amenazante, mirándolos a todos por encima de sus amarillentas gafas.

            ---

            “Firme! Descanso! Atención!”

            Mientras Vilela informaba sobre los preparativos del aniversario del colegio – que se celebraría el sábado de esa semana – unos extraños ruidos irrumpieron en medio del patio principal.

            “cuac!”

            Intento sin éxito continuar con la descripción de la kermese, de los sorteos y del castillo de fuegos artificiales para cerrar la celebración, ya nadie lo escuchaba.

            “cuac, cuac!”

            Todos empezaron a reírse, si Vilela hubiera tomado deportivamente la situación quizás ese hubiera sido el único, y extraño, momento - desde que Lorenzo lo conocía- en el que lo había visto reír .

            Pero ocurrió todo lo contrario, Vilela rojo de cólera dio rápidamente las indicaciones para que los alumnos retornaran a sus aulas, mientras miraba alrededor para ver de donde provenían los “cuacs”.

            Lorenzo y su amigo Divi se quedaron agazapados detrás de los muros del balcón, alzando la cabeza de rato en rato para ver qué pasaba. Así fue que vieron a Vilela entrar a la casa de Justino, aunque no escucharon lo que ahí dentro acontecía se imaginaron la regañada que – efectivamente – le dio a María por tener animales en su casa. Solo alcanzaron a verlo salir con la caja donde Lorenzo imaginaba que estaban los patitos.

            Temiendo por el destino de los animalitos busco a Justino en el baño de hombres y le conto lo sucedido.

            “Justino si deja a Vilela con esos patos seguro se los lleva a su casa y los convierte en arroz con pato”
            “Pero que hago pues Lorencito, no tengo donde ponerlos”
            “mmm… creo que los puedo llevar a mi casa, dígale a Vilela que los va a vender al mercado y me los da a la salida” - Lorenzo no había tenido una mascota desde su conejo Brad Pato así que imagino que su papa no iba a oponerse a su decisión.

            Así fue como Vilela – aun masticando su cólera – le entrego a Justino los patitos y este a la salida se los entrego a Lorenzo.

            “Yo solo te digo que no quiero esos patos ensuciándolo todo en el patio, son tu responsabilidad esa es la única condición para que se queden” – le advirtió Graciela.
            “Si se portan mal los cocinamos pues mami” – intervino Micaela.
            “Calla monga, a ti te vamos a cocinar …pero las trenzas!”

            Pasaron los días y efectivamente Lorenzo se hizo cargo de los patos sin ningún problema. Meses después, Cua cua y Gansito, aquellos lindos y tiernos patitos se convirtieron en patos grandes y gordos. Ambos machos no presentaban ningún problema y vivían en armonía en el patio junto a los pájaros de Graciela.

            Hasta que llego el día en que Lorenzo se lastimo el tobillo.

            Cuando llego a su casa cojeando del colegio, Pamela se alarmo y llamo a Graciela que aun estaba dictando clases en el turno tarde.

            “Pero que paso hijito?”
            “Nada mama, jugando a la pelota en el recreo pise mal y me lastime nada mas, no te preocupes” – invento para no decir que se había doblado el tobillo al bajar distraído un escalón, por andar mirando embobado a Pilar.
            “Vamos a ver como evoluciona, si no es nada debe estar mejor en unas horas con la pastilla que le he dado”- contesto Benito.

            Ya en la noche el tobillo se le había hinchado y cuando lo llevaron al médico este dijo que lo que tenía era un esguince y que había que enyesarle el pie durante quince días para que sane bien.

            “Ahora ¿quien va a cuidar mis patos?”
            “Yo puedo, papa, yo puedo!”
            “Tu estás loca? No quiero que mis patos mueran estrellados por Pamela o que se escapen a la calle y les atropelle un carro.”
            “Ya no te pases Lorenzo, dale una oportunidad a tu hermana”- finalizo Benito.

            Al principio Micaela se hizo responsable de los patos con mucha dedicación, pero con el tiempo fue aflojando y “engriéndolos” demasiado.

            Una tarde en que Lorenzo descansaba en su habitación – caminar con yeso requería mucho más esfuerzo – oyó unos estruendos en el patio.

            “cuac! Cuac! Cuac!”

            Micaela había dejado a los patos fuera de su jaula, Cua cua y Gansito no encontraron mejor actividad que comerse el pasto mientras ensuciaban todo el patio. Todo el jardín era una piscina de lodo y regalitos de los patos.

            “Micaela mete a los patos en su jaula sino le diré a mi papa cuando llegue!”
            “Pero no caben están todos apretados en esa jaula, no es mi culpa ya?”
            “Tiene razón Lorenzo, esos patos están muy grandes hay que ponerlos en un lugar donde estén libres y puedan andar a sus anchas” – le dijo Pamela.

            Lorenzo se dio cuenta que tenía razón y esa noche lo converso con sus papas.

            Ningún tema relacionado a sus hijos era poca cosa para Benito así que le propuso conversar con un amigo suyo de Lima, que trabajaba en el parque de las leyendas, quizás ahí podrían estar mejor atendidos con otros animales y en un lugar más apropiado. Al principio a Lorenzo le dio un poco de pena separarse – nuevamente – de sus mascotas pero luego entendió que era lo mejor.

            Así fue que al día siguiente se comunico con Rodrigo que también era veterinario, este acepto la propuesta, pero le dijo que no le aseguraba que los animales se acostumbraran al ambiente o al clima, sin embargo le tranquilizo diciendo que las probabilidades de que asimilaran el cambio eran bastante altas.

            “Lo vamos a llevar juntos a Lima, tengo que ir un par de días y podemos pedir una licencia en tu colegio para que me acompañes”
            “Y mi yeso?” – le contesto Lorenzo mientras se miraba la bota toda llena de autógrafos de sus amigos de colegio y garabatos de Micaela y Lucas.
            “Te lo quitan en un par de semanas, ahí vamos, no te preocupes.”

            Durante ese tiempo Pamela, con el consentimiento de Benito y Graciela, permitió que los patos estuvieran en el patio todo el tiempo que quisieran, total igual tendría que reponer sus flores, limpiar y colocar el pasto nuevamente.

            Cua cua y Gansito como presintiendo su partida hacían más ruido que de costumbre – y mas desastre – como para llamar la atención de Lorenzo y Micaela.

            Cuando llego el día del viaje, cada pato fue ubicado en una caja grande y fueron dispuestos en la parte de atrás de la camioneta de Benito, Lorenzo se sentó en el asiento de copiloto y juntos emprendieron el viaje que tomaría unas 16 horas de Cajamarca a Lima. Pararon solo para desayunar y llegaron a Lima al mediodía.

            Lo primero que hicieron antes de instalarse en el hotel – e incluso almorzar – fue ir al Parque de las Leyendas donde los esperaba Rodrigo.

            Lorenzo imagino que todo demoraría el tiempo suficiente para acostumbrarse a la idea de dejarlos pero todo sucedió muy rápido.

            “Benito! Como estas compadre, este es tu hijo? Que grande estas Lorenzo”
            “Si hermano tengo 3, Micaela y Lucas están en Cajamarca, hemos venido solo los dos. Saluda hijo”
            “Como esta señor, donde los va a poner a mis patos?”
            “Hay un estanque donde van a estar bien cómodos y un área donde pueden caminar como quieran, no te preocupes van a estar bien atendidos acá.”

            No hubo necesidad que entraran al parque, Rodrigo había traído su camioneta, cargo cada caja conteniendo a Cua cua y Gansito, que lucían algo nerviosos.

            “Bueno hermano, a ver si nos vemos antes que regreses pues, con la gente de la promoción”
            “De acuerdo Rodrigo te dejo mi tarjeta avísame nomas y lo coordinamos”
            “Cuídate Lorenzo, no te preocupes por tus animales”
            “Está bien señor, hasta luego”
            “Chau.”

            Rodrigo subió a su camioneta, arranco y comenzó a avanzar por el estacionamiento del parque, Lorenzo como impulsado por la nostalgia comenzó a seguirlo, primero caminando y luego corriendo como podía – aun no se acostumbraba a caminar sin el yeso – luego se detuvo, quizás por la vergüenza de expresar esos sentimientos en frente de su padre – ya no era un niño -o por que le empezó a doler el tobillo por el esfuerzo.

            “Tranquilo hijo, van a estar bien, has tomado una buena decisión hijito.”
            “Si estoy bien papa, estoy bien.”

            ---

            Un año después, Lorenzo regreso a Lima para estudiar Veterinaria en la San Marcos, junto a Divi que estudiaría Derecho en la misma universidad. Decidieron un fin de semana ir al parque para saber que había sido de los patos de Lorenzo.

            Se acercaron al estanque de los patos, había muchos nadando contentos, si bien no reconoció ni a Cua cua ni a Gansito, uno de los patitos se salió del estanque y se acerco a la reja que separaba a los animales de las personas, saludándolos con un “cuac cuac!”.

            “Oye Lorenzo, ahí está pues ese debe ser tu pato” – le dijo Divi con un poco de sorna.
            “No seas palomilla pues Divi…la verdad no lo sé, pero me parece que este hasta me está sonriendo.”

            Fin.