miércoles, 16 de noviembre de 2011

La cola infinita

Eran las 6:30 de la tarde, sentada en mi oficina intentado trabajar, el sueño y el aburrimiento del fin del día me agobiaban. Decidí entonces tomar un café.
Mire el kitchenet y recordé que aun no habíamos comprado el filtro y que la cafetera era más inútil que una cometa sin viento. Salí entonces en búsqueda del horrible pero efectivo café de la maquinita. Mire mi bolsillo, tenia 20 soles, mire el kiosco de Don Sosimo y estaba cerrando. Sin posibilidades de cambiar mi billete me quede parada pensando “¿A dónde michi voy ahora?”
Camine sin rumbo unos minutos lamentando mi suerte y me fui por el camino de la cafetería de Arte, ahora administrada por unos tiranos que no te dan ají si no compras algo que lo amerite, que tiran el jugo sobrante que compraste en vez de dártelo y demás ridiculeces comencé a extrañar a la chinita que lo administraba en mis épocas universitarias.
 Aun dudaba si comprarlo, siempre me peleo porque me dan el café aguadísimo, pero sopesando las distancias finalmente escogí comprarlo ahí.
Estaba llegando cuando a lo lejos pude ver la cola larguísima, al acercarme vi a mi amiga Orci.
“No compres acá, se están demorando un montón” – me advirtió.
Me quede al final de la cola rogando por que avanzara rápido para regresar a la oficina, de repente la chica que estaba unos lugares delante de mi estallo en cólera.
“Ya pues atiendan!!!”- decía mientras caminaba hacia el mostrador y buscaba al administrador.
Resulta que al inicio de la cola habían cuatro chicos, tres de ellos estaban vestidos de negro y traían capucha cual incognitos, los llamaremos X, Y y Z. El cuarto en la cola era un chico guapo de rizos dorados al igual que sus pestañas muy pecoso.  En la esquina, como escondida, había una chica que lo filmaba todo.
Lo que ocurría era que X compraba un caramelo, lo pagaba y en vez de irse al último lugar de la cola, se ponía entre Z y el chico de rizos, luego Y compraba otro caramelo y se ponía entre Z y el gringo, lo mismo hacia X y así sucesivamente, haciendo de la cola algo interminable.
“¿Que hacen?”- les pregunte.
Como no recibí respuesta me fui al mostrador donde la chica berrinchaba y hacia alboroto, apareció el administrador y aunque al principio se veía algo confundido, al final acompaño a la chica donde se encontraban “los chistosos”.
“Señor, cuando lo atiendan debe ir al final de la cola”- le decía a X mientras reclamaba su caramelo, recibiendo solo el silencio.
 “¿Pero porque lo hacen? Están disconformes con algo? Con el mal servicio de la cafetería?” – les volví a preguntar cizañera, mientras Orci me veía extrañada. Empecé a notar que en sus caras se dibujaba una sonrisa.
“Ah... están reclamando lo mala que es esta cafetería” – continúe – “los apoyo, es mas, mejor todos nos vamos a hacer cola a otra cafetería” – les dije a los demás de la cola mientras me veían como una lunática.
“Pero a ti te molesta” – Le dijo Z al gringo.
“Para nada”- le contesto.
“Claro pues si tu vienes con ellos”- le espete mientras veía como miraba al piso y sonreía.
Orci y yo nos empezamos a reír a carcajadas. Luego, ante la insistencia del administrador y la psicosis de la chica que los empujo para ser atendida, los improvisados se empezaron a retirar.
“Quizás los hicimos esperar, pero no me vas a negar que nunca te has reído tanto en una cola”- me dijo Y.
“Tienes razón”- le dije, mientras saludaba con Orci a la cámara.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Sueños de Navidad (Sweet dreams are made of this...)


Cuando decidimos viajar para fin de año inicialmente escogimos Iquitos pero al final, y quizás llevado por sus infidelidades y sus conflictos mito maníacos, mi ex y yo cambiamos de planes ya con los boletos de avión comprados.
“Vamos en bus a Piura” – me decía mientras yo calculaba las horas que nos tomaría llegar vía terrestre y me imaginaba el dolor de culo con el que terminaría.
Cuando regresábamos a Lima también en bus ya no éramos solo los dos, su pequeño primo nos acompañaba, como recién me conocía decidimos que yo iría sentada sola y el con el niño en el asiento de atrás.
Partimos de Sullana y el bus estaba casi vacío, me sentía muy bien, tranquila y contenta, a pesar que por delante teníamos casi 20 horas de viaje. En Piura el bus se lleno, a mi lado se sentó un señor mayor de unos 50 años, trigueño y con el pelo cano. Antes había viajado con hombres y mujeres al lado así que no me hice ningún problema. Lo escuche hablar por teléfono con la que sería su esposa, le decía que pronto llegaría.
Sirvieron la cena, pasaron una película y quizás cansada de todo el trajín que habíamos hecho recogiendo al pequeño me sumí en un profundo sueño. Traía unos jeans, zapatillas y un polo morado, coloque mi morral en la esquina junto a la ventana donde me encontraba.
Se acercaba la navidad y como nunca empecé a soñar con un gran árbol lleno de guirnaldas con regalos en el piso, en mi sueño estaba mi hermano y, como suelen ser algunos sueños, sin hablarle le decía lo mucho que lo quería y lo importante que era para mí. Fue uno de los sueños más reconfortantes de toda mi vida.
De pronto el sueño se fue haciendo más ligero, veía como el gran árbol se alejaba y todo alrededor se oscurecía como si me jalaran con dirección a un cielo sin luna, todo oscuro.
Me desperté con un suspiro fuerte, como de susto o como cuando uno sale a la superficie de una piscina muy honda, mientras veía como unas manos se alejaban de mis piernas – y de solo Dios sabe donde mas - y se colocaban sobre el regazo del hombre sentado a mi lado que inmediatamente se sumió en un “sueño” profundo.
Sentí un remolino de emociones: odio, rabia, susto, impotencia y solo atine a decir:
“Viejo conchatumadre” – mientras el sujeto a mi lado fingía roncar, literalmente.
Después me vi atrapada, a mi izquierda la ventana que solo me dejaba ver la oscuridad absoluta, a mi derecha el animal que me había estado manoseando y quien sabe que cosas más quien sabe por cuánto tiempo. Delante de mí los asientos reclinados impidiéndome levantarme y salir al pasillo. Mire la hora: 12:45am.
“Mierda” – pensé, faltaban más de 12 horas para llegar a Lima.
Mire hacia atrás, mi ex roncaba cual lirón. Me concentre en la música, esa que me hacía sentir alegre, triste, extasiada; era solo ruido.
Decidí que no iba a quedarme ahí el tiempo que quedara, cogí mi morral me di la vuelta y empecé a golpear a mi ex para que se despertara.
“Este huevon no se despierta con nada” – Pensé mientras me reía nerviosamente. Una pareja de viejitos al costado me miraban extrañados. Finalmente y luego de varios golpes despertó.
“¿Qué pasa?”- me dijo molesto.
“¿Puedes por favor pasarte acá?”
“¿Por que?”
“Después te digo, pásate por favor”
“pero ¿Por qué?”
“Pásate nomas, por favor”
De ver mi cara a punto de romper en llanto acepto.
Ahora tenía que ver la forma de salir.
Con mucha educación le pedí al señor de adelante que también dormía, que por favor enderezara su asiento para poder salir, ahora tocaba pasar por donde estaba el hijoputa abusador sentado a mi lado.
“Muévete viejo de mierda”- le decía bajito mientras lo golpeaba lo más duro que podía con mis manos y con el morral, no soy pro violencia pero juro que quería hacerle el mayor daño posible.
Finalmente llegue al pasillo, mi ex me volvió a preguntar varias veces que pasaba, pero no le dije nada. La verdad no quería un escándalo que hiciera que el viaje infernal se extendiera más y tampoco quería asustar al niñito que venía con nosotros. Además no se cual sería la reacción de mi ex y del tipejo que seguía durmiendo.
Me senté al lado del niño, que se estiro y puso sus piernas sobre las mías, por fin respire aliviada. Sin embargo no dormí en toda la noche, a cada rato miraba mi reloj y pensaba a cuantas mujeres más le había hecho eso, mujeres que quizás no tenían a nadie más en el bus. Mujeres que quizás el asusto y a las que les hizo mucho más que manosearlas. Me llene de rabia y la rabia no me dejaba tranquila.
Comencé a maquinar como vengarme, antes de dormir nos habían repartido unos libros. Elegí uno sobre los resfríos infantiles, donde explicaban como las grandes empresas farmacéuticas lucran haciéndoles creer a los padres que las medicinas realmente curaban a sus hijos de los resfríos, cuando casi siempre era suficiente dejar que el proceso gripal continuara, en esos pensamientos me perdí, no sin antes lamentar no haber cogido una enciclopedia o algo más pesado con que protegerme.
Me mire, mire como estaba vestida, carajo no tenía nada provocativo, es mas en ese viaje había engordado de tanto comer langosta. Pensé en los hombres, los odie. Que mierda tenían en la cabeza para pensar que podían tocar a una mujer, mire al niño a mi lado y pensé:
“No todos los hombres son así.”
Así amaneció, eran las 6 de la mañana y mi ex despertó, volteo y me pregunto nuevamente:
“¿Qué paso, te ha hecho algo?”- me decía mientras miraba al hombre a su lado.
“Después te digo ahora no puedo”- le dije mientras veía como se volvía a dormir.
Finalmente a las 7 de la mañana me quede dormida, a las 9 pasaron el desayuno. No tenía hambre, en gran parte por lo que había pasado y porque nos habían servido el desayuno en unas inmundas bandejas donde podía ver lo que otro pasajero había cenado la noche anterior.
Le devolví la bandeja intacta a la terramoza y le pedí café.
Me sirvió una taza a medio llenar con café instantáneo, estaba hirviendo, mis instintos asesinos regresaron y se me ocurrió tirárselo encima al tipo delante de mí, pero me detuve cuando vi que el también había pedido café, no quería que me lo tirara a mi también.
Termine el café y fui a dejárselo a la terramoza que dormía detrás en el ultimo asiento de ese bus. Sentí por un momento que había alguien a quien podía contarle lo que me había pasado y que quizás – por solidaridad de género -podía decirme que hacer.
“Señorita el señor sentado a mi lado me ha tocado durante la noche” – le dije expectante por lo que me diría.
“Ah ¿sí?…”- me miro asombrada pero no atino a decir nada más. Volví a pensar en las mujeres a las que ese desgraciado posiblemente había ultrajado, porque  carajo no es necesario penetrarte para que te sientas ultrajada, y yo me sentía así.
Regrese mascando mi cólera nuevamente. Pasaron unas horas más y la misma insulsa terramoza paso con una bandeja recogiendo los libros. Empezó por delante así que en ese momento vi la oportunidad de ejecutar mi – bien zanahoria – venganza.
Cuando el tipo devolvió el libro que le habían dado y antes que me lo pidieran a mi me levante del asiento y lo golpee con todas mis fuerzas en la cabeza, como era obvio el no decía nada, ni se quejaba.
“Viejo de mierda conchatumadre no me vuelvas a tocar! No me vuelas a tocar!” – le decía, le gritaba, mientras todos los pasajeros alrededor me miraban. No lo arañe porque no tenía uñas, pero le pegue, le jale de los cabellos lo más fuerte que pude, pero debo confesar que cuando me detuve sentí que no había sido suficiente, pero igual me detuve.
Mi ex lo miro y le dijo:
“Eso le pasa por hacer esas cosas, ve?” – creo que él ni se imaginaba lo que me había hecho.
Llegamos a la terminal de bus, bajamos y mientras esperábamos las maletas le conté todo a mi ex. Mientras le contaba veía como su expresión de cansancio cambiaba, y como con la mirada buscaba a alguien.
De pronto se alejo de mí y se paro delante del tipo que se iba rapidito luego de haber recogido su maleta. El era más alto así que lo agarro del cuello de la camisa y lo levanto, el sujeto no decía absolutamente nada.
“Tu no tienes madre? No tienes hermana? No tienes hijas?!” – Le decía mientras lo soltaba para luego empujarlo y volverlo a coger de la solapa.
Viendo que su sobrino se asustaba se detuvo, no sin antes decirle:
“Cuídate porque si te vuelvo a ver te saco la mierda!” – mientras le daba de palmadas en el pecho de forma amenazante.
En ese momento y sin saber porque me dieron ganas de llorar.
“No llores, tranquilízate” – me dijo mi ex y de inmediato me recompuse.
Ese día el se quedo en su casa y yo llegue a mi departamento sola, entre a mi habitación, me quite la ropa que traía puesta, la puse en el cesto de ropa sucia y me metí a la ducha. Me sentía sucia, asqueada. Salí más relajada pero aun así la soledad de mi departamento no ayudaba a quitarme de la mente lo que había pasado. Era la tarde del 22 de diciembre.
Me eche en la cama en silencio, prendí la tele. Me decía a mi misma ya olvídate, olvídate.
Decidí entonces preparar galletas navideñas.
Busque la receta en la web y salí a comprar los ingredientes al mercadito que quedaba cerca de mi casa, también compre moldes graciosos y esa navidad, como nunca antes, el 24 de diciembre mis sobrinos y yo nos divertimos decorando las galletas que había preparado, aunque el más pequeño se comía las bolitas de colores y el glasé.
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Meses después en un viaje que hice fuera, el mal tiempo nos obligo a ir en bus de Bariloche a Buenos Aires, eran más de 24 horas de viaje y como éramos 9 personas me toco sentarme sola en el asiento de adelante del bus. Al principio me asuste, me puse en modo supervivencia, para mi mala suerte al lado se sentaron dos tipos, nadie se sentó a mi lado.
Había solo dos opciones, pasar la noche en vela imaginándome lo peor o tranquilizarme y tratar de pasar el tiempo haciendo algo. Complete innumerables sudokus, crucigramas y hasta escribí una historia. Aunque debo aceptar que la cámara de vigilancia que estaba frente a mi me tranquilizo aun mas.
En las últimas horas del viaje tuve una pesadilla en la que el pigmeo sentando al lado de mi asiento se me acercaba y empezaba a rebuscar mi bolso, sin embargo cuando desperté vi a mi mama, a mi hermano y a mi cuñado saludándome sonrientes desde fuera del bus, era de día y hacia un sol hermoso.
Fin.

Taxicab Confessions I


Adaptación del reality de HBO "Taxicab confessions New York" de la década de los 90's (http://en.wikipedia.org/wiki/Taxicab_Confessions)

Un vestido strapless deja ver su bien formado cuerpo, su cabello corto y perfectamente arreglado es el mejor marco para la cara de muñeca que tiene. Extiende la mano mientras que con la otra se frota el brazo extendido, hace frio.
El taxi se detiene, el conductor es un hombre negro y con el cabello lleno de dreds, la mujer sube y le indica el destino, el taxi comienza a avanzar y el taxímetro comienza a contar el tiempo.
“Que hacia parada en esta calle y a estas horas” – le pregunta el conductor.
“Se me averió el auto, estoy esperando más de 20 minutos que alguien pare a ayudarme, son todos unos idiotas en esta ciudad” – le dice mientras deja ver su hermosa sonrisa.
“¿De dónde es?”
“De Utah, llevo dos años aquí, en Utah ya se hubieran detenido a ayudarme o darme un aventón”
“¿Y en que trabaja?”
“Soy modelo”- le dice mientras saca un cigarrillo y lo enciende - “Tengo 24 y le estoy sacando provecho a mi cuerpo, a como me veo, cuido lo que como, hago ejercicios. Se puede ganar mucho dinero”
“Vaya. ¿Y desde cuando trabaja de modelo?”
“Casi desde que llegue a Nueva York”
“¿Y antes no se cuidaba?”
“No, ya no bebo o me meto cosas sabe? Cocaína, marihuana ya no hago eso mas, estuve en rehabilitación un tiempo”
“¿Era una adicción?”
“Bueno, no precisamente, era alcohólica pero estoy sobria desde hace mucho”
“Que bueno, me alegro.”
“Si, andaba muy deprimida, no quería vivir, a los 11 años en lo único que pensaba era en morir era una suicida. Casi lo logre unas 3 veces.”
“Uao y ¿por qué?¿que le paso?”
“Bueno, mi padre me violaba.”
“Lo siento mucho pero ¿Cómo así?¿Como empezó todo?” – le pregunta con cara de sorpresa mientras intenta atender lo que dice y seguir conduciendo.
“Cuando tenía 6 años mi hermana que es mayor que yo me conto que papa la miraba, la tocaba. Una noche escuche unos ruidos arriba en la cama de mi hermana, dormíamos en literas,  asome mi cabeza y vi lo que estaba pasando.”
“…”
“Al principio pensé que podía detenerlo, pero no pude y desde ese momento el empezó a hacérmelo a mi”
“¿Qué terrible? ¿Pero que te hacia?”
“Bueno, primero me tocaba pero cuando tuve 11 años tuvimos una relación completa”
“Vaya lo siento”
“Si, era muy duro. Hasta llego un punto en que lo esperaba, sabía que iba a pasar y no podía hacer nada”
El hombre conduce mientras la escucha atentamente, el auto se detiene en una luz roja.
“Hasta tuve experiencias extra corporales, fue terrible, terrible”
“¿Cómo extra corporales?”
“Mientras me violaba veía todo desde arriba de mi cuarto, veía como mi cuerpo era violado pero yo no estaba ahí”
“¿Y hasta cuando duro todo?”
“Cuando cumplí 14 años lo denuncie, paso 30 días en prisión y 2 años en un centro psiquiátrico”
“Espera, el te viola durante 8 años y ¿solo le dan 30 días de prisión?!”
“Si, éramos una familia mormona sabe? La familia feliz jajajaja… éramos muchos hermanos y mi mama no tenia como mantenernos, pero yo disfrutaba, me gustaba ver como sufría, hasta ahora.”
“Increíble”
“Yo escape y termine en una correccional, ahí me ayudaron. Sentía que iba a morir si no se lo contaba todo a alguien, alguien que me entendiera”
“Pero felizmente todo eso acabo. Y … ¿eso no te ha traído problemas con tu sexualidad?”
“Con el sexo no tengo problemas, pero si los tenía con la intimidad. Me costaba mucho ser fiel, era capaz de cualquier cosa. Mis parejas no podían confiar en mi”
“Vaya, y ¿sigue siendo así?”
“Hasta que conocí a mi actual pareja sabe? Lo conocí en una fiesta y al principio no me gusto, incluso estuve a punto de decirle “Aléjate de mi” pero felizmente no lo hice”
“Entonces ¿estas enamorada?”
“Si, hasta me ha dicho que me ama”
“Que bueno”
“El es italiano sabe? Y le han hecho creer que puede hacer lo que quiera, que puede tener a las mujeres que él quiera, está en sus genes”
“¿Te es infiel?”
“Hace unos días me pregunto que me parecía que se consiguiera otra novia”
“¿Y que le dijiste?”
“La verdad, que si él tuviera otra novia me afectaría. El tiene 28 sabe? Estuvo casado antes y administraba un club de nudistas en Manhattan. En el día estaba con 3 o 4 mujeres”
“¿Sigue siendo así?”
“No, solo me ha preguntado como me sentiría, supongo que le tomara un tiempo”
Llegan a su destino, la mujer saca el dinero que marca el taxímetro y se lo entrega al conductor, antes de bajar le dice:
“Tuve mucha suerte sabe? Muchas mujeres que han pasado por esto ahora están muertas”
“Tiene razón, usted debe ser muy fuerte, mucha suerte.”- finaliza.
“Muchas gracias, adiós.”
Se baja y el taxi arranca perdiéndose rápidamente en el camino.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988)

Laura García Martín. Mayo, 2010
Un comienzo especial ya en los créditos iniciales, sonando la canción “Soy infeliz” con unos recortes llenos de color y expresión que recalcan todos los elementos expresivos con que cuenta la película, y que dejan al espectador el buen sabor de boca con que tiene que empezar todo largometraje. Rodada en 1987 en una España que comenzaba a equilibrarse a Europa en cuanto a modernidad y mentalidad, su director, Pedro Almodóvar quiso con ella mostrar una visión de la mujer alternando el cambio a la nueva sociedad y la tradición de los sentimientos femeninos con que según el director se mueve la mentalidad femenina. Desde luego lo consiguió y así lo demuestran los 5 premios Goya que ganó la película.
Todo el largometraje, gira en torno a la figura femenina que muestra una fuerte sensibilidad en su forma de ser. Las mujeres de la película tienen una forma de vivir sus propios sentimientos de forma muy expresiva, que casi llega a la histeria. Esta histeria no sólo es percibida por el espectador en los diálogos y las diferentes situaciones en que se ven envueltas, si no que se muestra además en numerosos planos mediante un lenguaje fílmico que muestra esta dualidad entre histeria y sensatez que convence a todo amante del cine de la capacidad extraordinaria del director. Este lenguaje subjetivo aparece en varias ocasiones:
En primer lugar, con los planos en que las mujeres no salen enteras, si no a trozos. Ejemplo de ello es el comienzo de la película, donde aparecen unas piernas femeninas y a medida que va subiendo la cámara se van viendo otras partes del cuerpo de la mujer. Es interesante comentar aquí el momento en que se presenta el montaje, donde aparecen unas fotografías de un ojo femenino y unas tijeras que las recortan. Algunos críticos de cine  quisieron comparar a Almodóvar con Luis Buñuel en algunos sentidos, por lo que Almodóvar quiso “ridiculizar” esa desafortunada idea con esta técnica. Ya en la película, la protagonista (Pepa- Carmen Maura) aparece en varias escenas casi recortadas, idea que ya hemos citado viene dada en los créditos iniciales. También Lucía, la mujer de Iván (Julieta Serrano), que tiene problemas psicológicos, en el momento en que más dominada por los nervios se encuentra que es cuando va a buscar a Iván al aeropuerto para matarle, aparece subiendo las escaleras mecánicas claramente recortada. El plano muestra un lateral de las escaleras, y su cabeza que va subiendo, sin mostrar ninguna parte más de su cuerpo.
En segundo lugar, los cambios de ropa que lleva a cabo Pepa según van evolucionando los acontecimientos. La película narra la estresante situación psicológica de Pepa, que acaba de descubrir que su amante, Iván, no está enamorado de ella  pero debe darle la importante noticia de su embarazo. A su vez, su amiga Candela (María Barranco) ha sido engañada por un hombre por el que se ha enamorado, un terrorista chiíta que prepara un atentado en el aeropuerto de Barajas, para el vuelo hacia Estocolmo. Por tanto Pepa no sólo dedica su día a la búsqueda de su amante (aunque éste es su principal deseo) si no también a ayudar a su amiga con trámites legales. En todas las salidas de casa y las visitas que debe hacer, Pepa cambia de ropa, recurso que utiliza Pedro Almodóvar para darnos a entender que a medida que va pasando el día Pepa también cambia de pensamientos, y su histeria va aumentando pero también su sensatez. La ropa que viste Pepa es muy parecida en general, trajes con falda y chaqueta de colores muy vivos especialmente el rojo. Pedro Almodóvar en su descripción de Pepa escribió: “Pepa abusa del tacón y de la falda de tubo”. El color rojo es el color que la representa en la película por la expresión que tiene este color: pasión, locura, amor desatado, nervios… No sólo aparece en los trajes de Pepa, si no que se recalca una vez más dentro del simbolismo fílmico que emana todo el film. La escena que mejor subraya este concepto es el momento en que Pepa corta los tomates para hacer un gazpacho y llenarlo de tranquilizantes y así dormir a Iván. El plano detalle de los tomates y el cuchillo que Pepa está manejando en un claro estado de nerviosismo, y el momento en que ella se corta. La expresión del color rojo del tomate y la sangre que imaginamos emanará de ese dedo, aumenta aún más la tensión visual y la idea que formamos con ella del estado de nerviosismo de Pepa.
En tercer lugar, los diálogos subrayan  el estado de nervios en que se encuentran las mujeres de la película por diversas situaciones, todas ellas relacionadas con los hombres. A pesar de ello, todas las mujeres de la película se presentan como independientes y modernas excepto por los hombres (especialmente Lucía, que es dependiente psicológicamente de Iván ya que sus sentimientos por él la hicieron volverse loca). Sin embargo al margen de esa independencia, su talón de Aquiles es el hombre, quien las vuelve locas y es el único capaz de bloquearlas. Almodóvar decía para explicar este sentido en la película, que la mujer moderna podría hacerse con el mundo, pero que eso no sucederá porque por suerte los hombres aún son capaces de llenarlas de sentimientos, y como son mucho más sensibles se moverían más por ellos, dejando un equilibrio total. Para acentuar este concepto de mujer independiente, coloca a las protagonistas en trabajos muy cualificados (doblaje, abogada…) para así dar a entender que la mujer ya opta por trabajos de todo tipo. Sin embargo, aún para muchos empleos sigue estando vigente la mujer como objeto sexual, mujeres guapas y atractivas para algunos trabajos (secretarias, presentadoras…). Almodóvar vuelca esta idea colocando a su madre como la presentadora de las noticias de la televisión.
Por último, la mujer vive en esta película un universo de abandonos, y todas sus situaciones y sus sentimientos podrían ser intercambiables. La sensatez llega junto a la tranquilidad en todas sus formas, Pepa cuando llega al aeropuerto y se da cuenta de que Iván no la merece, Lucía cuando reconoce su enfermedad tras el momento de más nervio o Marisa (Rossy de Palma) cuando despierta de su profundo sueño tras haber bebido por error un vaso de gazpacho dopado.
Los hombres, por contraposición, se presentan como algo mujeriegos y bastante dependientes de la mujer. Iván también aparece en el sueño de Pepa recortado, sin embargo, la idea de recorte-nerviosismo se le atribuye en este caso a Pepa que es quien está soñando. Carlos, hijo de Iván, se presenta muy tranquilo al conocer a Pepa, amante de su padre durante años. No sufre por los sentimientos de su madre y ve normal esa relación. También el novio de Ana (hija de la portera) cuando es amenazado por Lucía para que la lleve al aeropuerto, es pintado como una persona de poca confianza con la conversación de Ana y Pepa en el taxi: “Es más fácil aprender mecánica que psicología masculina” dice Pepa.
Desde otro punto de vista, la sociedad que muestra el director en esta película está volteada. Pedro Almodóvar quiso cambiar algunos papeles tópicos que se tienen en la sociedad actual. Nuevas obligaciones impuestas por la sociedad, ridiculización de la policía (los agentes que van a casa de Pepa también salen en el anuncio de un detergente que ella interpreta) o incluso en el uso continuo del teléfono como medio de comunicación casi abusivo.
Por último, desde el punto de vista artístico, los colores cobran mucha importancia en la historia. Los decorados son muy importantes, escogidos exhaustivamente para dar a toda la película un aire irreal. Pedro Almodóvar pretendía hacer una película hiperrealista, o al menos basarse en sus ambientes. Por ello toda la película cuenta con unos decorados irreales, un ático cuya existencia es muy remota y una forma de vida dentro de él imposible, con una decoración nuevísima alternada con la cama quemada por la poca atención de Pepa debido a sus nervios o los animales que viven en su terraza. Los vestuarios de los personajes especialmente extravagantes, como el aspecto exagerado de Lucía, la estética punki ochentera de Ana o los colores vivos del resto de ropas, junto a los decorados y los ambientes imposibles y recargados (como el taxi o el ático) fluyen en un nivel de abstracción visual, un cortocircuito donde el sentido está ajeno a la forma estructural de algunos elementos, cuyo principal objetivo es dar preferencia a las emociones y sentimientos que se entremezclan en una atmósfera almodovariana que inició un camino de éxitos dentro de la carrera del director.
En conclusión, “Mujeres al borde de un ataque de nervios” creó un sentido especial e innovador dentro del mundo del cine, una revolución y la aparición de un nuevo torrente de imaginación y visión fílmica, con un ambiente especialmente puntual y reconocible. La especial capacidad de imaginación y sentido de Pedro Almodóvar, que se dará a conocer en muchos lugares del mundo gracias a esta obra maestra.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Doña Sara

Conocí a Doña Sara cuando tenía unos 6 años, vivía junto a su esposo y sus dos hijos frente a mi casa.
Trabajaba al igual que mi mama y salíamos a jugar con Alicia y Negro – su hijo menor – hasta esperar que ella llegara. Su marido Leo era un tipo de apariencia muy correcta, espigado y de cabello ondulado, siempre me recibía con una sonrisa cuando iba a jugar con los chicos o para darme los “chups” que vendían para capear la pésima economía de los 80s.
Doña Sara trabajaba en el ministerio de agricultura y estudiaba sociología, así me conto mi cuñado una vez que se cruzo en una clase con ella. Es por eso que nos sorprendió cuando de pronto la ataco esa terrible y rara enfermedad que finalmente la mato.
Casi todos los fines de semana iba con mi mama a ver a mi abuela a la Victoria, tomábamos para eso la, ya desaparecida,  línea 50 que nos llevaba y nos regresaba. Pero ese sábado en especial la 50 nunca apareció en la Av. Huánuco por lo que tuvimos que caminar hasta el hospital Almenara para tomar una combi que nos acercara a la casa.
Entre los dos posibles paraderos para bajar estaban la Av. Belaunde y la escalera de la PIP- policía de investigación del Perú – mi mama decidió que nos bajáramos en la más próxima la Av. Belaunde.
Iba a bajar yo primero cuando en el paradadero vi una cara conocida, era Leo con una mujer mucho más joven que él, la traía de la cintura y ella también lo abrazaba. Para suerte de todos había “batida” y justo antes de descender el cobrador nos detuvo y cerró la puerta. No sé si Leo me vio pero yo si lo vi clarito. Se lo conté a mi mama y ella incrédula me aconsejo que mejor no dijera nada.
Por el pasaje no se comentaba sobre la enfermedad de Doña Sara hasta que se hizo terriblemente evidente. Ya no podía hablar bien, lo hacía como una actriz cómica que aparecía en “Risas y salsas” a la que apodaban “la gaga” solo que con mucha dificultad y por supuesto no tenía nada de cómico. También usaba bastón por que ya no se podía sostener por su cuenta.
La abuelita era una señora de estatura pequeña, de pelo corto y muy cano, llevaba unos lentes de montura marrón, siempre traía una chompa y una falda de colores mustios, tristes; también cargaba una bolsita negra donde metía el tejido que confeccionaba para vender. No sé si era la mama o la abuela de Doña Sara pero la visitaba seguido y más aun cuando su enfermedad empeoro. La recuerdo sentada en la puerta de su casa siempre tejiendo algo.
Por conversaciones que escuche entre ella y mi mama supe que no le caía bien a Leo y que la cosa era reciproca. Una vez comento que la casa era de Doña Sara y de su hermano Toño, un moreno alto de cabeza cuadrada y lentes enormes. El quería hacer trámites para poner la casa a su nombre solamente, todos creían que era para evitar que Leo se quedara con la casa.
Pasaron los meses y Doña Sara ya no salía de su casa, a veces la veía por la ventana, me saludaba con la mano esbozando una sonrisa. La abuelita se quedaba con ella todo el tiempo que Leo no estaba en la casa.
Doña Sara no mejoraba, ya casi no se levantaba de la cama y entender lo que decía era casi imposible. Es así que la abuelita, llevada por la desesperación de verla así y al desinterés de Leo, decidió llevarla a un curandero que ella conocía.
El curandero le dijo que debía vigilar mucho la alimentación que llevaba Doña Sara que quizás sus males se debieran a algo que ella estaba comiendo. Entonces ella decidió empezar a cocinarle y desechar lo que Leo dejaba cocinado por las mañanas para que ella almuerce.
La cosa funciono durante un par de semanas, Doña Sara tenia mejor semblante y animo cada día, aunque los síntomas no retrocedían. Quizás hubiese seguido mejorando de no ser porque un día Leo, intuyendo lo que hacia la abuelita, regreso y se dio cuenta que ella botaba la comida que el preparaba. Entre gritos la echo de la casa pidiéndole que nunca más regresara.
Por más que Toño fue a la casa de Doña Sara para intentar calmar a Leo, esto fue imposible, terminaron agarrándose a golpes desapareciendo cualquier posibilidad de reconciliación.
A las pocas semanas de lo ocurrido, una domingo por la mañana mi papa salió a botar la basura a la esquina mientras yo lo esperaba sentada a la entrada de mi casa jugando con Lobo nuestro pastor alemán, se estaciono junto al montículo de basura una camioneta negra, de ella descendió Leo y de atrás salieron dos señores cargando un cajón marrón. Mi papa se quedo sorprendido y yo también, solo atino a darle el pésame.
Ni bien entraron salió Alicia con una amiga suya, se sentaron en el jardín a esperar que sacaran el cuerpo de Doña Sara, nadie lloraba, Negro no aparecía por ningún lado. Sacaron el cajón y se la llevaron. Mi papa pregunto a donde y Leo le dijo que el servicio seria en un velatorio proporcionado por el ministerio de Agricultura.
En ese momento mi mama aviso a los vecinos y nos preparamos para ir al velatorio, en realidad yo no debía ir, pero como no había nadie quien me cuidara resolvieron llevarme.
Cuando llegamos había poquísima gente, unas 3 o 4 personas sentadas en las sillas alrededor del ataúd, por ningún lado vi a Toño o la Abuelita. Mientras pasaban las galletas y el café de rigor, mi mama y una vecina a la que le decían la Chilena se acercaron a donde estaba el cuerpo para rezar o quizás simplemente verla por última vez.
De repente la Chilena se puso pálida, rápido se acerco a Leo y le dijo algo muy quedito al oído. Después me conto mi mama que el cuerpo de Doña Sara empezó a sangrar por la nariz y eso las asusto mucho. Con mucha tranquilidad Leo se acerco al ataúd, lo abrió y con un pañuelo que saco de su pantalón la limpio, nuevamente cerró el ataúd y siguió como si nada frente a la mirada atónita de todos los presentes.
Eso acrecentó las habladurías en el pasaje donde vivía de que Leo había tenido que ver en la enfermedad de Doña Sara, una vecina decía que antes de morir ella le había contado que Leo le pegaba, la humillaba y la presionaba para poner los papeles de la casa a su nombre. Pero eso de nada servía, ella ya no estaba y todos seguían tratando a Leo con la cortesía de siempre, pero en el fondo todos incluso el sabían lo que se pensaba.
A los pocos meses Leo tuvo una bonanza económica importante, amplió la casa modular que inicialmente existía, construyo otro piso y la decoro muy bonito. Al siguiente año de muerta de Doña Sara llego a su casa una nueva señora, la misma mujer que había visto tiempo atrás en la escalera de la PIP, se llamaba Mónica.
Hay quienes dicen que el amor que nace del dolor de otros, termina casi siempre mal. Mónica se hizo amiga de inmediato de las vecinas más aun cuando salió embarazada y dejo de trabajar.
Ella contaba que Leo la golpeaba incluso cuando estaba esperando a los gemelos que dio a luz sola, porque Leo no la acompaño siquiera al hospital. Esa actitud marchito el amor que quizás en un inicio le tuvo.
Decidió retomar su vida y le pidió a Leo apoyarla en un estudio que quería seguir, con el tiempo Leo empezó a sospechar que algo había detrás de las demoras en llegar a casa y del esmero que ella ponía al arreglarse para ir a clase, finalmente un día la fue a recoger a la universidad y descubrió que ella lo engañaba con un tipo mucho menor que él.
Aun recuerdo los gritos que se escuchaban al frente de mi casa, mi mama y yo pegadas a la ventana detrás de la cortina escuchándolo todo.
Te largas de acá – Le dijo Leo.
Hace tiempo que me quería ir, pero me llevo a mis hijos – le espeto Mónica tajante.
Escuchamos un portazo y no la volvimos a ver, aunque los chicos de ella venían esporádicamente con su papa.
Pasaron los años y Leo estuvo solo hasta que un día mientras chismeábamos con mi hermana en la puerta de mi casa lo vimos llegar con una chica muy jovencita, estaban de la mano, Leo nos saludo y se metió en la casa con ella. Había llegado la “nueva” señora de la casa.

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