domingo, 24 de junio de 2012

Las flores son para los muertos

“Susana hola, ¿como estas?”
“Bien Yanina, ¿dime que paso?” – era raro recibir una llamada de trabajo en domingo, casi siempre era trabajo urgente o no muy buenas noticias.
“Lo que ocurre es que la mama de Socorro falleció anoche.”


Susana no conocía a la mama de Socorro – su jefa -, pero había escuchado mucho de ella. Conocía de sus largas conversaciones en la oficina, en las que parecía que los papeles se invertían y que la madre era la hija y la hija la madre.

Admiraba el hecho de que su jefa haya decidido tener a su mama en casa, era ya una persona mayor y a los achaques propios de su edad había que agregarle algún tipo de dolencia que la hacía comportarse por momentos, errante y por otros como una niña. Muchas veces Socorro tenía que interceder por ella cuando no quería salir, o cuando quería hacerlo sin motivo alguno, defendiéndola, dándole gusto en lo que podía, acomodando su vida de forma que su gordita – como cariñosamente la llamaba - estuviera siempre bien.


Cuando termino de escuchar Susana se quedo en silencio. La muerte, si bien la entristecía no la hacía llorar, pero quizás el cumulo de cosas por las que había pasado últimamente buscaban escapar – como un rio caudaloso a través de la represa de su maltrecha fortaleza – y lloro, lloro sin saber bien porque.

“Ay pobrecita…” – alcanzo a decir, mientras al otro lado del teléfono Yanina se quedo un poco perpleja, no espero esa reacción.
“Pero ya estaba mayor”
“Si lo sé, pero me da penita”

Le dio los datos del lugar del velorio y la hora, también le dio el encargo de comprar un arreglo floral apropiado que representara a la gente de la oficina. Cortó.

Susana se había olvidado que su mama estaba en la habitación viéndola llorar sin entender el motivo.

“Que paso hijita, ¡no me asustes!”- le dijo mientras Susana se secaba las lagrimas, su mama era nerviosa y lo menos que quería hacer era alterarla.
“La mama de mi jefa ha fallecido.” – alcanzo a decir mientras bebía el vaso de agua que su mama le había pasado para tranquilizarla. Como casi toda mama, conocía a su hija y sabía que a pesar de hacerse la fuerte, era igual de llorona que ella.

Le comento la necesidad de comprar un arreglo floral. No supo bien porque no se le ocurrió pedir algún arreglo a una de esas grandes florerías que incluso hacían delivery, lo único que recordó fue una florería chiquita que quedaba a pocas cuadras de su casa. Le llamaba la atención lo bonita que era por fuera, toda blanca y con luces muy tenues que resaltaban los peluches, los globos y las flores que ahí vendían.

Después de almorzar se dirigieron a la florería, antes de cruzar la pista recibió otra llamada de Yanina, esta vez con un detalle que cambio un poco el panorama.

“A la mami de Socorro no le gustaban las flores, así que el arreglo no puede contener flores, no olvides colocar el nombre correcto de la oficina.”

Mientras cruzaba la pista comenzaba a figurarse que otra cosa se podía llevar a un velorio que fuera representativo y sobre todo respetuoso, dadas las circunstancias.

“¿Qué pasa hijita?”
“Lo que pasa es que a la señora no le gustaban las flores, así que tengo que pensar en otra cosa.”
“¿Y ahora? Vamos a ver pues, capaz a donde vamos se les ocurre algo.”

En el interior de la tienda las esperaba una mujer muy alta y acuerpada, su piel era blanca y sus cabellos rubios – no supo distinguir si naturales – su rostro estaba adornado por una amplia sonrisa, dándoles la bienvenida.

Por dentro el ambiente era tan bonito como en el exterior, flores a la izquierda, globos y peluches a la derecha y al fondo mas flores y una mesita blanca donde una pareja de amigos de la dueña tomaban un chocolate caliente, era una atmosfera realmente romántica y decorada con un muy buen gusto.

“¿En qué te puedo ayudar?” – Susana se dio cuenta que la mujer era brasilera.
“Mira, necesito un arreglo para un velorio. Pero resulta que a la señora que falleció no le gustaban las flores así que hay que pensar en otra cosa”
“Mmm… ¿podría ser un peluche?”
“No lo sé, me parece demasiado personal, estaba pensando más en globos o algo por el estilo”

La mujer saco de su almacén globos de colores, esperando que Susana escogiera. Al final se decidió por unos globos de un rojo metálico intenso. La florista tomo unos globos de muestra e intento armar un bosquejo – si es que cabe el término – de lo que sería finalmente “el arreglo”.

Aunque no del todo decidida Susana acepto, dejo pagado el arreglo y se fue a pasear con su mama, demoraría 40 minutos tenerlo listo, vio su reloj y faltaban un par de horas para que llegara el féretro al velatorio así que se fue tranquila.

A su regreso, Sanya tenía el arreglo listo, era como una explosión de corazones rojos de varios tamaños y en varias alturas. Lo único que le pidió fue que escribiera por ella el letrerito que va en todos los arreglos.

“Tengo pésima escritura” – se excuso y Susana no objeto, aunque tuvo que hacerlo un par de veces para que quedara cuadradito el mensaje.

Salieron de La Provence – así se llamaba la florería – y Susana se sintió un poco extraña parada en una avenida principal con el viento balanceando corazones rojos al lado de su mama, intento sin éxito parar un taxi, cuando al final consiguió uno no regateo ni un solo centavo y se subió.

Las lunas del auto estaban bajas así que el viento comenzó a enredar las tiritas de cada globo, eso la estreso un poco mas por lo que le pidió al taxista que las subiera. Al fin llegaron a la espalda de la iglesia de Fátima en Miraflores, mientras su mama le contaba toda la historia al taxista y Susana se comenzaba a imaginar cómo iba a bajar del taxi y meter el arreglo en el velatorio.

“Mejor baja solita y le dices a la familia que este adentro como es el arreglo y si aceptan lo metes y sino, nos vamos” – le recomendó su mama y Susana pensó que era lo mejor.

Avanzo medio asustada y vio a unos sobrinos de Socorro – o al menos eso imagino que eran – también vio a su hermana, a la que conocía por fotos.

“Hola, soy del trabajo de Socorro, sabíamos que a la señora no le gustaban las flores. Le hemos traído un arreglo de corazones rojos, están dentro del taxi.” – les dijo, señalando el auto donde la esperaba su mama y los globos que asomaban llenos de helio como escapandose por la ventana.

“Si, pasa nomas” – le dijo.

Había estado ya en ese lugar antes – para el velorio de un tío - asi que sin mayor problema se dirigió a una esquinita donde coloco el peso que evitaría que los globos se quedaran pegados al techo y el letrerito con el nombre de quienes lo enviaban. 

Cuando se dio vuelta, se dio cuenta que el féretro ya había llegado – se sintió un poco rara por haber entrado como si nada – también pudo ver que todas las paredes estaban adornadas con globos blancos.

Salió y le dijo a su mama que se fuera nomas, que ella esperaría a su jefa y a algunos compañeros que irían a darle el pésame.

Se sentó afuera del velatorio y encendió un cigarro mientras veia a los chicos que hacían actividades de Boy Scout, algunas parejitas que se hacian mimos en el jardin - en las bancas, en los muros, etc - gente haciendo jogging y niños jugando a la pelota.

En eso vio llegar a su jefa, se levanto y fue a saludarla, estaba un poco nerviosa porque a su hermana le podría haber gustado pero ella podía pensar otra cosa. Podría pasar cualquier cosa en realidad.

“Me dijeron que a tu mami no le gustaban las flores”
“Si, siempre me decía “las flores son para los muertos” no las soportaba ni en la casa”
“Bueno traje ese arreglo de la esquina, de parte de toda la oficina”
“Esta lindo, resalta en el ambiente donde casi todo es blanco” – le dijo, luego de un silencio que a Susana le pareció eterno.

Converso unos minutos con ella hasta que tuvo que entrar para ver asuntos propios del velorio o quizás saludar a algunos familiares. Por cortesía – y porque no había nadie más a su lado – se quedo conversando con una amiga de colegio de Socorro largo rato hasta que esta se fue y llegaron sus demás compañeros de la oficina.

Como a las 8 de la noche se fue, no sin antes llamar a su mama para ver si quería recogerla de donde estuviere. Ingreso al velatorio para despedirse de Socorro.

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Pasaron los días y Socorro se reincorporo a sus actividades laborales, al sentarse en su escritorio se dio cuenta que había perdido una foto que tenia de su mama – la ultima que se tomo con ella – un poco desesperada comenzó a buscarla entre sus cosas.

“Pero ¿donde fue el último lugar donde la viste?” - le decia Susana intentando ayudarla.
“En el banco, en la caja del banco”
“Pues ahí deben seguir”

Cuando regreso con las fotos le conto a Susana lo trabajoso que fue encontrar con sus hermanas un nicho frente al mar – porque su mama adoraba el mar – y que el destino final de los globos de corazones rojos había sido el cielo, porque antes de irse los soltó para que se fueran a donde quisieran.

Fin.

domingo, 10 de junio de 2012

Creer o no creer?

Que es mejor o peor? Creer o no creer?

Estos días han sido extremadamente filosóficos- por no decir complicados. La hermana de una amiga muy querida falleció de cáncer y cuando me acerque a ella durante el velorio y se puso a llorar en mi hombro intente consolarla hablándole de Dios.

“Que Dios sabe porque hace esas cosas, que Dios le dará sabiduría y fortaleza. Que Dios (la vida/Dios/la vida?) te pone pruebas”

Mientras las palabras salían de mi boca y las lagrimas de mis ojos intentaba hallar algo de razón (para mí) en lo que le decía. Casi nunca digo cosas serias por decir y en esa situación se me hacia más difícil porque trataba de asumir cada palabra:

“Carol, estas mencionando a Dios entonces crees en Dios…” – Decía una parte de mi.
“No, lo digo porque no se que mas decir y porque en parte el concepto de Dios puede suplir al del destino o las zarandeadas que nos da a veces la vida…”

Luego salí a fumarme un cigarro y a pensar en la vida, en lo rápido que puede cambiar, el cáncer se la había llevado en 6 meses. El tiempo en que uno se proyecta ahorrar para un viaje, bajar de peso en el gym, etc., etc.

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Me acorde de otro amigo, me conto que el papa de una amiga suya se fue en 3 meses por la misma enfermedad, cáncer. Es el tiempo en el que me proyecto hacer otro laceado, en 3 meses espero comenzar a aprender francés, en ese tiempo espero haber subido - al menos una vez – al ring con alguien para entrenar Muay Thay.

También pensaba en esa amiga de otra amiga, aquella que vivía cada día como si fuera el último, hasta que vivió el último de sus días cuando su camioneta se volcó en la carretera y murió instantáneamente. No estaba tomada, no se durmió, otro carro se le cruzo y su vida se detuvo.

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Prendo otro cigarro, mis amigos no llegan, me empiezan a sudar las manos.

Hace unos meses leí un post de Clemente Ga Novella, un español – ateo- que hablaba sobre lo que pasaba con las personas creyentes a las que les pasan desgracias como perder a un familiar cercano, por ejemplo.

El decía que podían pasar dos cosas: que la persona se aferre a su creencia y eso le ayude a salir a delante o que se comience a cuestionar sobre lo que cree para finalmente darse cuenta de que quizás no hay un cielo, no hay un Dios que lo ve todo y al que – como algunos dicen - hay que temerle.


 Debo aceptar que a mi me paso lo segundo. Cuando paso algo que movió mi fuero interno, si bien no deje creer, deje de creer ciegamente comenzando a racionalizar cada pensamiento al respecto y la verdad no me arrepiento.

Y cuando en mi vida volvió a ocurrir algo que me hizo ver del tamaño de una hormiga los problemas que – a veces – me atormentaban, trate de no pedirle a Dios que me ayudara, no le pedí que sanara a esa persona que yo quería.


La verdad eso no ayudo mucho a tranquilizarme – lo empeoro. La mejor forma de graficarlo es estar parada frente a un gran abismo y no saber qué hacer, ni que habrá allá abajo y sentir que el dolor que sientes – el miedo que te paraliza - no es tan importante porque hay alguien que la vive y que necesita tu apoyo. La única cosa que opte por hacer fue no pensar, no pensar en esa palabra que no quieres mencionar cuando la salud es esquiva, y esa palabra – también esquiva - es la muerte o las consecuencias de la enfermedad.

Ahora ya pasado el tsunami inicial, la semana pasada recibí buenas noticias:

“las células malignas no han salpicado a otros órganos y quedan muy pocas” – leía en mi celular.

De más esta decir que me alegre como si hubiese autografiado mi primer libro, sin embargo después pensé y decidí tomar las cosas despacio. Tener esperanza, esperar lo mejor pero no confiar ciegamente en que todo ira de maravillas. Aunque de verdad deseo – con todo mi corazón - que sea así.

Y aun después de toda esta reflexión, sigo sin saber ¿que es mejor? ¿Creer o no creer? Quizás - subrayado y en negrita - tenga algo de razón lo que me dijo una amiga, a la que siempre atormento con mis cuestionamientos “religiosos”:

“No hay que dejarle a Dios tremendo encargo de salvar o sanar a alguien.” – aunque acertada, esta afirmación sigue sin satisfacer mi pregunta.