miércoles, 1 de febrero de 2012

Huayna Picchu - Parte I

En los primeros días del 2011, a pesar del reciente final - devastadoramente doloroso - de mi última relación, decidí agarrar mi tristeza y mi pena en una maletita junto a otra maletota llena de ropa y enrumbar a Cuzco tal y como habíamos acordado con una amiga de la oficina los últimos días del 2010.

Pero no, esta crónica no tratara sobre mis sentimientos acerca de lo escrito líneas arriba. El post completito, y los que sean necesarios, contara la experiencia que fue llegar, subir – y bajar – del Huayna Picchu.

Se supone que cuando viajas al Cuzco la vedette del viaje es Macchu Picchu y fue así como nos lo vendieron a nosotras. El tren para aguas calientes lo tomamos en los últimos días del tour y salía un poco más de las 6 de la tarde de la estación de Perú Rail.


Como llegamos con casi 3 horas de anticipación, Rosario y yo decidimos “matar” el tiempo en uno de los cafés cercanos jugando ajedrez, damas chinas y bebiendo mates. Faltando poco para dirigirnos a la estación ella se fue un momento al baño y yo me quede solita en una de las mesas que daba a la calle. De repente, a lo lejos apareció un grupo de danzantes típicos así que aproveche la cámara que tenia a la mano y empecé a tomarles fotos mientras disfrutaba de la música con la que bailaban.

Cuando creía que ya se habían ido aparecieron detrás 4 grupos mas, cada uno con una melodía diferente. Si algo recuerdo bien es que en uno de los últimos grupos había niños de entre 6 y 7 años, uno de ellos en medio de la danza tropezó y se lastimo el tobillo. Uno de los danzantes grandes lo levanto y se lo llevo cargado al ritmo de la música. Agradecí mi buena suerte porque cuando mi amiga regreso estaba terminando de pasar el último grupo.

Nos fuimos a pie, el camino era un sendero tipo trocha. Yo como siempre “mama gallina” miraba de reojo si no venían camionetas detrás nuestro y cuando empezó a oscurecer decidí que fuéramos mas rápido para que no nos cogiera la noche en la mitad del trayecto.

Pensamos que como faltaba bastante para la salida del tren la estación estaría casi vacía, pero no podíamos estar más equivocadas. Grandes y desordenadas colas se habían formado para subir y en el local previo al abordaje se armo un desorden porque dejaban subir primero a un grupo de turistas. Finalmente mostramos los tickets y nos dirigimos a nuestro vagón.

Frente a nosotras había unas chinitas que no hablaban ni español, ni ingles. Nos miramos y resolvimos que no hablaríamos nada con nuestras compañeras de asiento por lo que comenzamos a jugar “ahorcado” con una hoja de papel y un lapicero. Lo único que logre fue que nos tomaran unas fotos, haciendo uso de señas y de Ingles.

Luego, quizás por la caminata o por los mates, nos quedamos dormidas hasta que llegamos a Aguas Calientes.

Cuando bajamos el desorden era mayor por lo que comencé  a caminar rápido para encontrar al guía que nos llevaría al hotel. Imagine que mi amiga me seguiría al mismo paso, pero no, se quedo en el tumulto y cuando llegue al mercadito cercano, donde había mas gente y mas guías me vi completamente sola y perdida, y lo peor, sin señal de celular. Para rematarla, accidentalmente me golpearon en la pierna con una de esas pancartas donde ponen los nombres de los turistas. Respire hondo y decidí ir a algún lugar donde mi celular sirviera de algo.

Camine unos metros y llame a Rosario, a duras penas se escuchaba su voz, me decía que ya había encontrado a nuestro guía y que le diera mi ubicación. Siendo casi imposible dársela por teléfono decidí buscarla. Cuando finalmente la encontré me pregunto:

“¿Donde estabas?”

“Delante de ti, me hubieses agarrado para que no siguiera cuando encontraste al guía” – le dije, algo ofuscada.

Empezó a llover y como el guía le había dado el paraguas a ella decidí seguirlo cubriéndome con mi casaca impermeable, más que nada porque a mi paso llegaría más rápido al lugar donde nos hospedaríamos.

Al ingresar ambas estábamos empapadas, subimos a dejar las maletas y a cambiarnos, pero nos alcanzo tiempo solo para lo primero porque nos avisaron que había llegado el otro guía, nuestro contacto para visitar Macchu Picchu.

Rosario me había compartido su ilusión de subir al Huayna Picchu y la verdad a mi no me emocionaba mucho la idea, además no entendía bien que tanto había con ese cerro. Llegue a pensar que la típica foto que toda la gente se sacaba en el santuario solo se podía tomar desde ahí. Nuestro guía me saco del error. Para ver casi todas las ruinas no era necesario si quiera acercarse.

“Entonces ¿Para qué vamos a subir?”- pensé.

Y mis ganas alcanzaron su valor negativo cuando nos explico que teníamos que hacer para lograr nuestro cometido.

“Para el Huayna Picchu tienen que levantarse a las 3:30 de la mañana para alcanzar los primeros buses ya que solo los 400 primeros que llegan pueden subir” – decía mientras mi cara de estupefacción se hacía cada vez más evidente.

La verdad que si no hubiera sido por las enormes ganas de mi amiga no hubiese aceptado y hubiese dormido feliz hasta las 7 de la mañana cuando el bus que llevaba solo a Macchu Picchu nos recogería. Decidí aceptar para no ser mala compañera, al fin y al cabo ¿Qué mal me podría hacer algo de ejercicio?

Esa noche pusimos despertadores para las 3 y nos dormimos de inmediato. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dimelo todo, dimelo ya!