Ana Katz, Argentina 2011
¿Quién no ha tenido un hermano oveja negra? Conocemos uno, tenemos uno o somos nosotros el lunar de la familia.
Ese hermano que no sigue la ruta esperada, que no reacciona como quisiéramos,
que no apoya en las cosas como nos gustaría, que nos deja con todo, que nos
trae problemas, que nos jode con cierta – o harta - regularidad. Que nuestros
padres aún apoyan aunque sean unos viejos y que a veces toca apoyar cuando los
padres ya no están o ya no pueden.
El universo de los hermanos es tan único como el vínculo del amor con la
pareja, del amor de los padres o hacia los hijos. Y si realmente es profundo y
complejo lo más probable es que en algún momento haya un choque, una fricción.
Lo que nunca va a cambiar es el lazo de afecto que los une. Aunque
existen casos en que esa semilla nunca se riega – o se maltrata - y termina muriéndose
– o pudriéndose - en la indiferencia, el odio o el rencor en el peor de los
casos; con los hermanos, como en la naturaleza, el fruto siempre depende de la
semilla.

Si de elenco se trata, esta película tiene uno
muy bueno, provocando una sinergia interesante con el guión en general. Arturo
Puig (el papa de Grande Pa’) encarna al introvertido Juan, mientras que Guillermo
Francella le da vida al tierno – e inconsistente – Juan Marziano. La primera
actriz argentina Rita Cortese es la conciliadora Delfina, cerrando los protagónicos
con Mercedes Moran en el papel de Nena.
Una comedia con sabor a drama que te deja
pensando, sobretodo si has tenido la dicha – o puntos suspensivos – de tener hermanos.
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