Puedo parecer una persona algo olvidadiza, pero a decir verdad creo que tengo “memoria selectiva” guardo solo lo importante y lo demás pues lo pongo –como dirían mis amigos informáticos- en mi memoria RAM.
Y quizás porque lo considero importante es que recuerdo el momento en que conocí a Eduardo, no recuerdo quien me lo presento, solo sé que estábamos comprando comida en la cafetería y me pareció simpático aunque algo arrogante.
Como no llevábamos los mismos cursos nos veíamos esporádicamente, siempre sonriente era un hecho que entre él y yo había buena química. Pero yo andaba con el corazón ocupado y la verdad que no se me ocurrió pensar en otra cosa más que amistad.
Pero un día conversando en el “Bembos” – cafetería de la facultad de ingeniería – me di cuenta que me miraba extraño, y me miraba aun más extraño mientras jugaba con la pequeña nieta de la dueña de la cafeta. Jugábamos con un aparatito para hacer burbujas, era un día soleado y lindo así que pensé que su mirada de cordero a medio degollar se debía al entorno (literalmente) romántico en el que nos encontrábamos. Al despedirnos ese día me dijo que había sido una tarde perfecta.
Pasaron los años y a pesar de que nunca llevamos un curso juntos, chateábamos mucho por MSN, jugábamos cosas muy divertidas – y recontra tranquilas - como adivinar la canción en que estábamos pensando dándonos pistas, me hacia escuchar canciones de The Carpenters. En esa época a él le gustaba mucho Coelho así que me introdujo en sus libros, gracias a el leí “Veronika decide morir” y algunas otras; A veces me aburría que hablara siempre en esos términos fantásticos o del tipo “manual de autoayuda”. Ahora pienso que es por ese motivo que me decía cariñosamente “Bruja”, la “Bruja de la luna”. A mi me parecía horrorosamente cursi, inclusive me hizo un dibujo de la “Bruja” que guardo en mi PC por algún desconocido motivo.
Esporádicamente salíamos juntos al cine o simplemente a conversar, me sentía bien con él. Para nada sentía esa incomoda timidez que me consumía con otros chicos. Así también salimos un par de veces con una pareja amiga. Íbamos a comer, al cine, la pasábamos tan genial que a mi amiga no se le ocurrió mejor idea que llevarnos al cumpleaños de su prima que quedaba por Monterrico.
Llegamos los 4 y me di con la sorpresa de que era una fiesta de “chibolos” - que con las justas llegaban a los 19 – mire a Patricia como si hubiera sido la causante de la peor de las traiciones. Ella me miro con la culpa de haber contado el más sucio de mis secretos.
Nos sentamos uno al lado del otro con Eduardo, mientras Patricia y Roberto iban a saludar a la familia de ella. Yo estaba aburrida, vamos que Eduardo era mi amigo y no bailaba tan bien que digamos.
En eso un chico alto y con una carita linda se sentó a mi lado, deje de lado mi timidez y le empecé a “hacer el hablar”, la química fue inmediata. Bailamos toda la noche hasta que la fiesta se acabo. Me la pase genial a pesar de que tenía solo 17 añitos.
Cuando nos metimos al taxi que nos llevaría de regreso me di cuenta que Eduardo estaba algo molesto, la verdad que no me pareció que hiciera algo malo, yo no estaba con él y bien pudo haber bailado con otra chica. A pesar de eso trate de hacerle conversación pero él no hacía más que contestarme cortante.
Luego de eso salimos otra vez los 4 para mi cumple y al cine un par de veces, pero el ya no era el mismo, seguía siendo mi amigo pero había un cambio que aunque imperceptible entre él y yo, no pasaba desapercibido para mí.
Terminamos la carrera, para esa época él era más amigo de otra chica que mío. Esa chica era la novia de mi mejor amigo. En la graduación no fue a verme, aunque la verdad me interesaba ver a otra persona en mi graduación, persona que nunca apareció.
Tiempo después por cosas del destino aplicamos al mismo puesto de trabajo, nos encontramos a la entrada de la empresa que quedaba por el colegio San Agustín, nos había pasado la voz ese amigo con el que salíamos en parejas.
Conversamos algo distantes, pero cuando terminaron ambas entrevistas decidimos irnos juntos y caminar innumerables cuadras hasta llegar a la Av. Brasil, donde tome el carro que me llevaría a la casa de mi hermano donde dormiría esa noche. En el trayecto quiso invitarme a tomar un café a uno de los tantos cafés que recorrimos, pero me negué; En parte porque era tarde y en parte porque no sabía para que nos íbamos a meter a un café si podíamos seguir conversando mientras caminábamos.
Ya no salíamos al cine, ya no conversábamos tanto por MSN, a duras penas nos veíamos en el tradicional intercambio de regalos de los amigos de la universidad y en los cumpleaños, ahí le conté mis planes de vivir sola.
“Sabes quiero mudarme” – le contaba emocionada.
“No, no debes hacerlo, debes quedarte a vivir en tu casa, con tus papas.” – me contesto, mientras lo miraba con cierta pena, ni siquiera me pregunto porque quería irme.
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Pasaron los meses y se acercaba el día del intercambio de regalo del 2007, salía de mis clases de flamenco para de ahí irme a la casa de Lucía donde se realizaría el intercambio. Como estaba cerca a su casa y quería ahorrar en taxi decidí llamar a Eduardo. Nos encontramos en la Curazao de la Av. Arequipa con Javier Prado.
Caminamos hasta llegar a CC. Arenales, el me había pedido que le ayudara a comprar el regalo de Lucía, que era su amiga secreta, entramos a varias tiendas y en una de ellas me dijo:
“Escoge algo, algo que te guste”
“Mmm…pero porque”- le conteste extrañada.
“Te quiero regalar algo”
“No es necesario, no te preocupes.” – le dije cortante.
Compramos el regalo y nos fuimos a su casa, en el taxi me contaba de su trabajo, de las buenas oportunidades que tenia. Yo me quede pensando en el motivo por el cual quería darme algo.
Ese día tome demasiado pisco sour y debo aceptar que se me paso un poquillo la mano, todas las canciones las bailaba con él, en las fotos dejaba que me abrazara, la verdad no sé porque lo hice, pero fui un poco coqueta.
Cuando llego la hora de irnos nos metimos 6 personas en un taxi, 4 atrás: el, yo, y una pareja mas. Estábamos bien cerca así que nos acomodamos en una posición que nos hacia estar físicamente mucho más cerca.
Cuando todos se bajaron el decidió dejarme en mi casa, hasta Comas, estando los dos solos en el taxi, nos quedamos abrazados. Con mi oreja en su pecho sentía como su corazón latía rapidísimo aunque no decía nada, ni media palabra.
“¿Y si lo beso?” - Me preguntaba.
Finalmente no hice nada, primero porque no estaba segura de lo que sentía por él y segundo porque era importante para mí, lo suficiente para no hacer algo que podía lastimarlo solo por unas ganas tontas de probar a ver “que pasaba”. A decir verdad el tampoco hizo nada. Llegamos a mi casa y me fastidio su falta de seguridad, de valor. Me siguió hasta la puerta de mi casa y no se fue hasta que cerré la puerta.
Al día siguiente me llamo al celular, tenía una actitud un poco extraña. Entendí que quizás no había sido necesario besarlo o decirle algo para que el pensara que podía pasar algo entre los dos, a pesar de que no había pasado ni un carajo. Le conteste de una manera tan fria que esa fue la última vez que me llamo.
En una de nuestras últimas conversaciones por MSN, con una canción de Julieta Venegas, me envió un mensaje subliminal, inclusive me paso la letra por la ventanita:
Porque no supiste entender a mi corazón
Lo que había en el, porque no
Tuviste el valor de ver quién soy.
Porque no escuchas lo que está tan cerca de ti
Solo el ruido de afuera y yo,
Estoy a un lado, desaparezco para ti.
Paso un año, me mude, empecé una relación. Nos vimos en el siguiente intercambio de regalos y las cosas con el no eran las de antes. Lo notaba un poco molesto como deliberadamente indiferente conmigo. Yo trate hacerle el habla como a todos pero fue inútil.
Termino la reunión y me iba a encontrar con mi chico en plaza, como supe que Eduardo se iba por ahí le pedí que me jalara, de paso podría tantear que pasaba por su cabecita. En el trayecto me hablo de su chamba más arrogante que nunca, del salmón chileno, de su puesto, un poco más y me hablaba de su sueldo. Inclusive me invito a bajarme de su taxi porque me dijo que ya no iría por mi camino. Me baje y la verdad me llego, no me afecto demasiado.
Nos volvimos a reunir con el grupo de siempre para mayo del 2009, una amiga en común regresaba de Chile, almorzamos en un lugar de comida chiclayana y me senté junto a él, conversamos normal, casi tan normal como en los viejos tiempos. Después de eso decidimos ir al Bar Queirolo en la parte antigua de Pueblo Libre.
Todos juntos la pasamos fenomenal, nos tomamos varias fotos, inclusive una foto con él. La que sería “la foto de la discordia”.
Paso ese día y llego la semana laboral, estaba en mi oficina cuando el maniático de mi ex chico me llamo:
“Me puedes decir porque ese chico dice esas cosas de ti”- me espeto.
“Ah? ¿Qué cosas? ¿De qué hablas?”
“Un tipo ha puesto que tu eres una “Santurrona” y encima ha puesto en su perfil de Facebook una foto contigo, no quiero problemas con el así que dile que quite ese comentario o se las va a ver conmigo” – amenazo.
“Un tipo ha puesto que tu eres una “Santurrona” y encima ha puesto en su perfil de Facebook una foto contigo, no quiero problemas con el así que dile que quite ese comentario o se las va a ver conmigo” – amenazo.
“Carajo” – pensé cuando recordé que no podía ver el Facebook en mi oficina.
Llame a mi amiga Diana, le di mi contraseña para que entrara a mi cuenta – antes maldije al puto Facebook – luego le pedí que quitara el comentario que él había hecho y que lo eliminara de mi lista de amigos – Si se que fue demasiado, pero en esa época estaba estúpida y erróneamente enamorada así que estoy excusada.
Y como su comentario me había causado un estrés terrible le mande un correo y le pedí que retirara el mensaje y que quitara mi foto con el de su perfil de Facebook. No recuerdo que me contesto. Esa fue la última vez que converse con el “online”. Que hable con él en general.
Paso ese año y no se apareció para el tradicional intercambio de regalos, el era mi amigo secreto, sin embargo no pensé que algo andaba mal.
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Se acercaba la fecha en la que mi mejor amigo y la mejor amiga de Eduardo se casarían, cuando finalmente me llego la invitación vi que solo tenía pase para una persona.
“Oye, tengo solo una entrada para la recepción” – le dije al novio.
“Si Carito…” – me contesto y pensé que era porque estaban apretados de presupuesto, así que no dije nada más.
Llego el día del matrimonio, cuando llegue a la iglesia no había llegado nadie más que Eduardo, lo salude y empecé a conversar con él, como siempre. De inmediato me di cuenta que no me miraba a la cara, ni cuando le hablaba ni cuando me contestaba. Un poco más y se iba dejándome con la palabra en la boca. Aparecieron mas invitados, amigos en común y me di cuenta que Sergio había llevado a su amiga.
“¿Un momento, no puedo traer a mi enamorado y Sergio puede venir con su amiga?”- pensé, pero rápidamente se me olvido.
Mi amigo se caso, Eduardo fue el testigo.
Llegamos a la recepción, me fui al poco rato porque no soportaba sentir su carga negativa alrededor mío ignorándome a propósito, porque no entendía porque mi mejor amigo no me había permitido llevar a mi chico y había permitido que otros si llevaran a sus parejas y porque no me quería quedar sola en la mesa luego de que todas las parejas que estaban conmigo - en la mesa en la que la única sin pareja era yo - se fueran a bailar o a sus casas.
Mi ex me recogió y me pregunto porque estaba triste, le conté en parte. Lo de Eduardo me lo quede para mí.
A la semana siguiente le escribí y le pregunte porque tenía esa actitud conmigo. Prácticamente me dijo que estaba loca que no pasaba nada, que todo estaba bien.
“Yo sé que pasa algo, pero si no lo quieres aceptar esta bien, no hay problema”- le conteste en buena onda.
Pasaron los meses, no fui al intercambio de ese año, no quería estar ahí mientras había alguien que me trataba como el culo, no me lo merecía. Y como no fui, no me entere que quedaron en verse para almorzar después de fiestas.
Y fue en ese almuerzo que – quizás por los pisco sour que tomo – empezó a hablar de mí, de aquella vez que me llevo a mi casa.
“Parecía un pulpo” – dijo, entre otras cosas.
No hay nada que me enfurezca más que alguien diga que hice algo que no hice, y esa noche no hice nada, no fui ni una estrella de mar, mucho menos un pulpo.
Le escribí y le reclame, porque el sabia como yo que no había pasado nada y que fuimos mas zanahorias que la zanahoria de Bugs Bunny. Nunca me contesto.
Pasaron los meses, a veces pensaba en él y me preguntaba porque, porque se comportaba como un idiota si yo lo había considerado un buen chico. Me cuestionaba si lo había lastimado si había alimentado sus ilusiones, aunque no sabía a ciencia cierta si estas existían realmente porque él nunca me las dijo.
Finalmente una noche lo llame, en parte porque extrañaba a ese amigo que un día tuve y porque no quería tener su actitud de mierda cerca de mí. Siempre he pensado que el que da el primer paso no se humilla ni está en desventaja, simplemente es el que tiene más huevos – o mas ovarios.
A decir verdad no fue para nada cortante, fue más bien resignado, así lo sentí. Le pedí disculpas por quizás haberlo tratado mal en el pasado, el me las pidió por haber dicho esas cosas de mi. Me conto también que en el matrimonio al que fuimos le dijo a los novios que no invitaran a mi chico porque quizás iba a ocasionar problemas al verlo ahí. Me jodió un poco pero lo entendí. Lo que no entendí, ni entenderé es porque mi “mejor” amigo no tuvo las agallas de decirme la verdad – aunque esa es otra historia.
He vuelto a ver a Eduardo y la relación es cordial pero nunca volverá a ser la misma, aunque debo aceptar que he querido acercarme y rescatarla pero no he podido.
Hace poco me robaron mi celular y cuando active el viejito en la agenda estaba el número de su casa, en la última tarde del año que paso, pensé en llamarlo y quedar para almorzar como en los viejos tiempos pero me contuve, quizás porque hace poco le dije para ir juntos al matrimonio de un amigo en común y con las justas contesto para decirme que no podía.
Así que, para que intentar acercarme a alguien que simplemente no me quiere cerca.
Fin.
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