Cuando mi hermana me propuso viajar a Argentina al principio no acepte, primero porque me iba a operar de unos pólipos que tengo en la vesícula y segundo porque no tenía el dinero suficiente para el viaje.
“Mira que nunca hemos viajado todos juntos”- me decía, mientras fumábamos en el balcón de su casa.
Finalmente acepte, la última vez que viaje con ella fue hace mas de 5 años, a Arequipa para el matrimonio de mi hermano Julio, después de eso nada.
Saque mi pasaporte en 45 minutos el fin de semana anterior a la fecha de partida y haciendo mucho esfuerzo conseguí el dinero para pagar el paquete y la bolsa de viaje. Partimos el lunes tempranísimo por la mañana, la noche anterior me quede en casa de mi hermano intentando dormir. La luz azul del deco del cuarto donde estaba me impedía conciliar el sueño, así que tome un libro del estante que ahí había “El conde de Montecristo”, uno de los libros favoritos de mis épocas universitarias, estuve recordando a Edmundo Dantes hasta que el sueño me gano.
Salimos a las 5am., el viaje fue directo Lima-Buenos Aires, me senté con mi sobrina de 11 años y me la pase muy bien – es casi igual a mi cuando tenía su edad. Llegamos y nos esperaba el contacto de la agencia para llevarnos al hotel donde nos hospedaríamos “Hotel Apart Congreso”.
No habíamos almorzado así que nos fuimos a comer a una pizzería cercana “La americana” ahí vendían panes diversos y – al parecer – el fast food más popular en Bs. As.: Las empanadas.
De ahí caminamos hasta la Casa Rosada, me sorprendió ver a varios manifestantes literalmente acampando en la plaza principal de la ciudad, la casa de Cristina Fernández de K. me pareció común y corriente, aunque a decir verdad todo tenía una onda cultural muy bacán. Mientras mis sobrinos pequeños correteaban por ahí, mi hermano – que fue el guía oficial de todo el viaje – nos decía que podíamos ver mañana.
Dimos la vuelta a la casa presidencial y empezamos a caminar para regresar al hotel, como a la mitad del camino decidimos tomar un bus. Tomamos el correcto pero olvidamos un pequeño detalle: no había cobrador, solo una vetusta maquina que recibía monedas de a peso, monedas que no teníamos.
El chofer amablemente nos invito a bajarnos mientras nosotros no sabíamos si reírnos o morirnos de la vergüenza. Mi hermano sugirió que un grupo se fuera en taxi y otro caminara, la elegida para el taxi fui yo – por ser hermana menor.
Pare un taxi y me acerque a la ventana del copiloto – que estaba cerrada – me disponía a “negociar” la tarifa con el taxista, cuando me dijo que solamente me subiera.
“¿Usted no es de aquí no?” – me decía mientras me señalaba el taxímetro.
Finalmente y luego del shock cultural número dos, me lleve a mi mama, a la suegra de mi hermana y a mi sobrina Gabriela de regreso al hotel.
Esa noche iríamos a un lugar llamado “Señor Tango” a ver justamente, Tango. Llegamos en un bus que nos ofrecía el tour, junto a otros turistas – en su mayoría brasileños. Antes cenamos porque mi hermano nos dijo que era un poco caro y como éramos 9 pues nos saldría un ojo de la cara.
La verdad que al principio me aburrió el show pero después la sensualidad de los bailarines – y bailarinas – junto a su excelente estado físico y la melodía sentida y doliente del tango me atraparon, de verdad que fue un espectáculo que valdría la pena volver a ver.
Ese día dormimos pasada la medianoche, mi mama y la suegra de mi hermana en un cuarto, mi hermana con su esposo y sus dos hijos en otro y finalmente mi hermano, su hijita y yo nos acomodamos en la tercera habitación. Esa fue la distribución durante todo el viaje.
Al día siguiente me desperté temprano, pero me demore alistándome por lo que pude tomar solo un poco de jugo y unas – deliciosas y grasientas – medias lunas como desayuno. Mi hermano me renegó por la demora, pese a que le dije que anduve buscando mis lentes de contacto en el lavabo durante diez minutos.
Fuimos a visitar los alrededores de la ciudad, algunas embajadas. Almorzamos en un centro comercial llamado “Pacifico”, ahí nos dimos cuenta que la comida de bandera es el asado, y que la comida china – o lo que conocemos como Chifa – no tiene nada que ver con la que tenemos aquí, nada que ver.
Corrimos para tomar el siguiente tour con el que viajaríamos en catamarán por un rio que no recuerdo el nombre, lo único que recuerdo es el olor desagradable de las aguas del rio y de las nauseas que solo se calmaban saliendo a cubierta, donde estaba mi hermana y Mauricio. Al poco rato también salieron mi hermano Julio y mi sobrina Sofía, el viento se hacía cada vez más fuerte y el movimiento hacia que el agua nos salpicara a todos por lo que Gabriela y yo nos metimos. Los pequeños se divertían a lo grande – la ecuación niños más agua es perfecta.
Aunque no puedo decir lo mismo de mis hermanos que, para protegerlos, se mojaron como pollos, en especial Julio que no tenía puesto nada impermeable. Intente alcanzarle algo con que cubrirse pero el agua – la casi ola – me gano y lo mojo de pies a cabeza, esa fue la indicación para que los cuatro regresaran a sus asientos.
Intentaba dormir para olvidar las ganas de devolver la parrilla del almuerzo cuando mi sobrino Mauricio empezó a jugar con su hermana que estaba a mi lado y - sin saber porque - se puso a tararear una melodía de Beethoven que no solo arranco nuestras risas sino la de los pasajeros que se encontraban a su alrededor.
Esa noche compramos vino y – mas – asado y pasta en un restaurant llamado “El chiquilín” un lugar intimo y bonito a unas cuadras del hotel, de regreso vimos un pub cuyo nombre nos pareció particular “Pélvica” se llamaba y en la entrada habían unos maniquíes de mujer en posiciones sugerentes que nos indico que más que un pub era un night club.
Ya en el hotel, en el cuarto de mi hermana, nos dispusimos a comer. Mi mama salió un ratito y pico algo, finalmente nos quedamos mi hermana, su esposo, mi hermano y yo, mientras mi sobrina intentaba entrar a internet y mis sobrinitos jugaban a solo sabe Dios que con las sabanas, el papel higiénico y lo que encontraran a su paso.
Tomamos mucho vino esa noche viendo el partido Perú-Chile, conversamos de muchas cosas. Comprendí porque mi hermano es mi modelo del soltero que algún día fue – soltera en mi caso - y mi hermana mi modelo de la mama que, algún día, quiero ser.
Al día siguiente nos levantamos todos tarde, había que empacar para irnos a Bariloche. Salí a tiempo para tomar con paciencia mi desayuno pero a mi cuñado se le había perdido el pasaporte y como yo era la última persona al que habían visto con el documento me retuvieron para ayudarle a buscarlo. Finalmente lo encontramos y – como el día anterior – solo me dio tiempo de desayunar jugo de naranja y medias lunas.
seguro la pasaron re bien, a mi me gustaria hospedarme una semana en un hotel en buenos aires con mi familia y recorrer todo, espero poder hacerlo
ResponderEliminarHola, pues te recomiendo el Suipacha Inn, o el Apart Congreso.
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